Más allá de ser pintor, Manuel de Araújo Porto-Alegre (1806−79) fue escritor del Romanticismo brasileño, arquitecto y diplomático, cuya vida entera sucedió en el seno de la vida colonial impuesta por el Imperio de Dom Pedro II. Hacia 1826, inició estudios de pintura en la Escola Nacional de Belas Artes bajo la tutela de Jean-Baptiste Debret, uno de los “importados” con la Missão Artística Francesa. (1816) encomendada por el Emperador. De hecho, Porto-Alegre fue pintor y decorador del Palácio Imperial en Petrópolis.
En un determinado momento de su vida, el pintor se cambió de nombre a Manuel de Araújo Pitangueira, reforzando así su nacionalismo por medio de una espécie arbórea brasileña. Al final de su vida, ocupó la 32a Curul de la Academia Brasileira de Letras. Por otra parte y al alimón con los poetas Gonçalves de Magalhães y Francisco de Sales Torres Homem fundó la revista Niterói (Paris, 1837) y posteriormente el periódico Minerva Brasiliense (Rio de Janeiro, 1843−45), donde su vocación “brasiliana” se hizo sentir.
La revista Guanabara (1849−56), donde este texto fue publicado, había sido creada por él, en colaboración con Gonçalves Dias y Joaquim Manoel de Macedo. Es considerada como el órgano oficial del Romanticismo brasileño. En 1852, Porto-Alegre se encamina hacia la vida política ejerciendo puestos en la Câmara Municipal do Rio de Janeiro, sirviendo en las áreas, tanto de urbanismo como de salubridad.
Tales preocupaciones habían surgido para él desde la década anterior. A su juicio y según lo denuncia, lo que muestra la ciudad “es en su mayor parte importado”. De hecho, la imitación hacía eco de toda una tradición imperial implementada por medio de la Misión Francesa que incluía, curiosamente, a Debret, su profesor de pintura histórica. Debido a la importación absoluta de las bellas artes y de la industria se vive, en 1843, año de la publicación de este artículo, en una total dependencia colonial. En opinión de Porto-Alegre, el Império del Brasil no ha hecho sino atiborrarse “de modas sucesivas”, repitiendo “aquellas modas que ya hubo en Francia en estos últimos sesenta años”. Por lo tanto, opina que su estética, “es producto de otras civilizaciones y no de la nuestra”.