La década de los veinte en el Perú vio surgir manifestaciones de vanguardia, aunque características del esteticismo “decadente” de la ilustración gráfica modernista local: un lenguaje signado por sugerencias simbolistas, el gusto por lo fantástico y un sentido fuertemente decorativo. Algunos dibujantes y pintores asimilaron elementos del cubismo y del futurismo, e incluso tendieron puentes hacia el surrealismo. Fueron propuestas que podría ser emplazadas en el campo de la ilustración literaria y, de forma paralela, al predominio del indigenismo en la pintura. La mayoría de sus cultores optó por viajar a Europa buscando vincularse con tendencias modernas metropolitanas. El primero en partir fue Carlos Quízpez Asín (1900–83), quien estudió en la Academia de San Fernando de Madrid (1921). Estando en París, Quízpez entró en contacto con el cubismo, algo determinante para su pintura de madurez: riguroso clasicismo en la línea del rappel à l’ordre de la postguerra. En 1927, regresó a Lima con una actitud crítica frente al indigenismo; sin embargo su partida a los Estados Unidos le impidió ejercer mayor influjo en el contexto local. Dos años antes, su hermano Alfredo —más conocido como “César Moro” (1903–56)— había dejado Perú rumbo a la capital francesa. Éste participó en una muestra colectiva en Bruselas (1926), y al año siguiente, expuso con Jaime Colson en el Cabinet Maldoror parisino. Luego de vincularse con André Breton y Paul Eluard, formaría parte activa del movimiento surrealista. Por otra parte, Juan Devéscovi y Jorge Seoane también procuraron París (1927 y 1928, respectivamente). Si Seoane siguió estudios de medicina en España, Devéscovi expuso con cierto éxito junto al poeta Xavier Abril (1905–90) en la Maison de l’Amérique Latine de la capital francesa, muestra vista también en Madrid. Por otra parte, Emilio Goyburu (1897–1962) permaneció en Lima sin que ello le impidiera asumir una actitud de vanguardia radical. Aunque estos pintores nunca llegaron a articular un movimiento que fuera alternativo al indigenismo, no dejaron de cumplir un papel importante en el medio artístico peruano. Algunos plantearon enfoques originales al legado precolombino que (ajenos a la representación etnográfica o a la reconstrucción arqueológica), cuestionaban las premisas de lo que entonces se promovía como arte “nacional”.