Esta es una nota del periodista peruano César Guillermo Corzo sobre la primera exposición en Lima del pintor Mario Urteaga (Sala Alcedo, 1934).
El indigenismo pictórico tuvo auge en el Perú entre las décadas de 1920 y 1940. Se inserta en un movimiento más amplio dentro de la sociedad peruana: la redefinición de la identidad nacional en función de componentes autóctonos. Si bien en determinados momentos estuvo abocado a la revaloración de “lo indígena” y de un pasado incaico, considerado glorioso, también asumió la defensa de una identidad mestiza como integración de “lo nativo” y “lo hispánico”. El principal ideólogo y líder indiscutido del indigenismo en las artes plásticas fue José Sabogal (1888–1956), para cuyo profundo sentido de “lo raigal” influyeron decisivamente las tendencias regionalistas en el arte de España (Ignacio Zuloaga [1870–1945], entre otros) y en la Argentina (Jorge Bermúdez [1883–1926], por mencionar uno); países en lo que Sabogal pasó largos años formativos. Al volver al Perú, a finales de 1918, se instaló en el Cusco, donde pintó cerca de cuarenta óleos sobre personajes y vistas de esta ciudad, luego exhibidos en Lima (1919). Tal exposición se considera como el inicio formal del indigenismo pictórico en el Perú. Su segunda muestra individual limeña fue en las salas del Casino Español (1921), y con ella consolidó su prestigio. En 1920, Sabogal se integró a la plana docente de la nueva Escuela Nacional de Bellas Artes hasta asumir su dirección (1932–43). Allí formó a un grupo de pintores que se adhieren al movimiento indigenista como Julia Codesido, Alicia Bustamante (1905–68), Teresa Carvallo (1895–1988), Enrique Camino Brent (1909–60) y Camilo Blas (1903–85).
Hacia mediados de la década de 1930 se articuló una fuerte oposición contra esa tendencia —percibida como oficial y excluyente—, hasta la destitución, en 1943, de Sabogal de la Escuela Nacional de Bellas Artes. Para los seguidores del indigenismo se trató de una disposición injusta, produciéndose un movimiento de adhesión al pintor expresado en cartas, notas periodísticas y eventos sociales.
Si bien Mario Urteaga no perteneció al grupo indigenista liderado por Sabogal, su obra se enmarca genéricamente en esta tendencia; se inicia como autodidacta en Cajamarca, su ciudad natal. Entre 1903 y 1911 radica en Lima y a su regreso a Cajamarca inicia una intensa labor periodística para el diario local El Ferrocarril, abordando temas de ciencia, arte y política. Es hacia 1920 cuando realiza sus cuadros de temática indígena; y, en 1923, alentado por su sobrino “Camilo Blas” (pseudónimo de Alfonso Sánchez Urteaga, el reconocido pintor del grupo de Sabogal), afirma su interés por temas vernaculares. Durante la década de 1920 pinta obra costumbrista (personajes urbanos cajamarquinos), y en la década siguiente su obra prescinde de cualquier escena estrictamente criolla, presentando imágenes de protagonismo indígena, bajo un concepto idealizado del paisaje.
Siendo pintor maduro, en 1934, Urteaga realiza su primera exposición en Lima (salones de la Academia Nacional de Música Alcedo), bien recibida por la crítica y el público debido a sus escenas campesinas representativas de los ideales del indigenismo: el aliento “clasicista” de sus composiciones ayudaba a resaltar la idea de un universo cultural andino sin contradicciones y ajeno al paso del tiempo [véase de Gustavo Buntinx y Luis Eduardo Wuffarden Mario Urteaga: nuevas miradas (Lima: Fundación Telefónica-MALI, 2003)]. Asimismo, su obra también fue interpretada desde la óptica de la modernidad internacional por sus similitudes con el arte naíf, siendo incluso comparado con su máximo representante: Henri Rousseau. Ambas construcciones discursivas, sin embargo, no tuvieron en cuenta la complejidad de su pintura. Como señala Buntinx (2003, p. 49), constituye “una manifestación periférica pero de sofisticaciones propias, entre las que prima cierta inspiración clásica”.