El curador y crítico colombiano Eduardo Serrano presenta la exposición retrospectiva Manolo Vellojín. Dos décadas (1987) del Museo de Arte Moderno de Bogotá. Con la muestra, el autor señala tres “orígenes” de la abstracción, “injustamente olvidados”, con los cuales se identifica la obra de Vellojín: la religión, lo sobrenatural y el espíritu. El análisis de las diversas etapas del proceso de creación lo lleva a deducir que la temática litúrgica es una clara referencia simbólica en sus obras al período románico del Medioevo. Serrano considera que el artista es un caso único en el arte colombiano porque su abstracción proviene de elucubraciones religiosas y mágicas. Admirador de la obra de los poetas simbolistas, la pintura de Vellojín intenta vincular el mundo espiritual y el material con fuerte arraigo en el simbolismo. Con la intención de clasificar su obra, Serrano decide denominarla “geometría espiritual”. Esto es, la búsqueda espiritual condujo al artista a la simplificación geométrica donde “la línea, las formas y los colores son significantes por ellos mismos”.

El texto “Geometría espiritual” del curador y crítico de arte Eduardo Serrano (n. 1939) presenta la más importante exposición del pintor abstracto Manolo Vellojín (1943–2013), donde se reúnen dos décadas de continuo trabajo. Vellojín expone individual y colectivamente desde 1969. El autor propone tres temas que caracterizan su obra, clasificándola como “geometría espiritual”, un término que acomoda para tratar de definir esta corriente abstracto-geométrica con alto contenido simbólico y religioso. El texto es fundamental porque ofrece una lectura que intenta interpretar la pintura y los procesos que había consolidado Vellojín hasta ese momento. En 1990, la curadora y crítica Carolina Ponce de León (n. 1957) aportó una versión al término al llamarla “geometría ritual”, subrayando con ello el tiempo que ocupa en la ejecución “ritual”, el ascetismo y la simbolización que identifica el proceso de creación. En los diversos textos compilados para el catálogo se valora, en suma, su obsesión meticulosa y perfeccionista de sus composiciones rectilíneas.

En esta muestra, constando de más de 130 obras, los cuadros varían desde la forma irregular del formato (Homenaje a Mercedes Vellojín, 1970) hasta el estricto cuadrado. Se aprecian obras consideradas hitos en su trayectoria: Las vacaciones (1974), Esquelas (1977), Dolorosos (1978) y Beatos (1985-86), pinturas realizadas con acrílico; aunque en algunas ocasiones sobre lienzo crudo, como se aprecia en Cruzada (1980). La exposición se mostró, posteriormente, en el Museo de Arte Moderno de Medellín (julio y agosto de 1987).

Eduardo Serrano se desempeñó como curador del Museo de Arte Moderno de Bogotá (entre 1974 y 1994). En 1969 regresó al país después de estudiar Antropología e Historia del Arte en New York University (NYU) y, al poco tiempo, asumió la dirección de la Galería Belarca (creada en 1969). Ha publicado un número considerable de artículos en catálogos y diarios de circulación nacional. Es indiscutible el papel crucial que cumplió Serrano en el Museo, rol que se tradujo en muestras históricas de dibujo, grabado y artistas regionales.