La reseña del crítico de arte austriaco Walter Engel (1908–2005), manuscrito que se encuentra en el archivo de arte de la Biblioteca Luis Ángel Arango —cuya versión publicada aún no ha sido posible localizar—, fija una mirada objetiva sobre uno los artistas más populares entre la élite socioeconómica colombiana, lo que se refuerza con la referencia al embajador mexicano. Parece ser que, durante los primeros años de la carrera de Gómez Campuzano, el embajador mexicano le encargó los retratos de su familia. Interrogado sobre por qué había elegido a este pintor, contestó que lo que buscaba en los retratos era el parecido, y que para ello nadie tan indicado como el colombiano. El pintor Ricardo Gómez Campuzano (1891−1981), paradójicamente, no se ha investigado en profundidad por haberse mantenido al margen de los circuitos del arte vanguardista existente en Colombia entre las décadas de los cuarenta y setenta, período que abarca su consolidación como artista reconocido del paisaje colombiano y retratista.
En este sentido y en opinión de Engel, el interés sobre la obra de Gómez Campuzano se centra fundamentalmente en el objeto y el motivo de la obra; una herencia de su formación como pintor académico en la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid (España). Aunque es difícil fechar el documento, no es aventurado decir que se escribió en un momento donde otros artistas colombianos estaban experimentando con lenguajes vanguardistas que recibían tanto elogios como críticas; sobre todo, sometiendo la realidad a “ciertas simplificaciones, a ciertos arreglos, a cierta compostura destinada a hacer el motivo más ameno”. En virtud de su interés en el paisaje, el artista fue incluido por Eduardo Serrano Rueda (n. 1939) dentro del grupo conocido como la “Escuela de la Sabana”, gracias a sus representaciones de la sabana bogotana, situada en una ancha meseta en la cúspide de la Cordillera Oriental, ramal de la Cordillera de Los Andes.
La obra pictórica de Gómez Campuzano —alabada al inicio de su carrera por los críticos del país en un medio donde los valores artísticos estaban arraigados en la tradición académica— fue, durante el ingreso y posterior consolidación de la modernidad artística en Colombia, tan sólo respetada o muy poco registrada en los medios de comunicación. Por otra parte, el artista, ganador en el Primer Salón de Artistas Colombianos en 1931, no participó en lo sucesivo en las versiones posteriores del mismo; considérese que el Salón es el máximo evento de las artes plásticas en el país y que se viene realizando (con ligeras interrupciones) desde 1940.