El presente capítulo del libro Caminos, paisajes y museos (1973), escrito por el grabador colombiano Luis Ángel Rengifo (1906−86), es significativo porque recoge las memorias de su primer viaje a Europa. Cuando finalmente regresa a Bogotá, Rengifo expresa en sus notas la gran emoción de haber visitado “las galerías de artistas inmensos” y “tener contacto con la obra de esos genios”, haciendo referencia a los artistas renacentistas y flamencos: Miguel Ángel Buonarroti, Alberto Durero, Rembrandt, Sandro Botticelli, Jerónimo Bosch -El Bosco-, El Greco y Johannes Vermeer. Este libro, prácticamente olvidado, no ha sido tomado en cuenta en la producción artística de Rengifo, aunque ofrece una visión del paisaje y el arte del viejo continente. En una suerte de tour, en muy pocos días recorrió ciudades de 10 países europeos. La rapidez del viaje no evitó que el autor entregara descripciones sorprendentes que fue anotando a lo largo del trayecto, permitiéndole al lector imaginar el itinerario de viaje sumergiéndolo en una travesía por la Europa Occidental y del Este. En un reportaje publicado en septiembre de 1953, el artista le había expresado a la periodista que su mayor deseo en la vida era conocer Europa; al paso del tiempo, lo logró cumplir realizando el viaje y publicando el presente libro.
Luis Ángel Rengifo ha sido considerado el pionero del auge del grabado en Colombia porque a su regreso de México reinauguró la cátedra de Grabado y Litografía en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Colombia (1951), donde se desempeñó como profesor de dibujo y grabado, llegando a ser Decano de la Escuela de Bellas Artes de la misma universidad (1964). Ejerció cargos diplomáticos como Canciller del Consulado de Colombia en México (1946) y Vicecónsul de Colombia en México (1947−50). Por otra parte, recibió favorables críticas tanto de Marta Traba (1923–83), reconocida crítica de arte de origen argentino y muy influyente en el medio artístico colombiano, como del crítico vienés radicado en Colombia, Walter Engel (1908–2005), a raíz de su exposición de grabados en la Galería El Callejón (abril de 1956). El premio recibido por Rengifo en el XI Salón Anual de Artistas Colombianos (1958) por la linocopia Hambre (1958) significó un cambio de percepción hacia el grabado pues, en este evento, el dibujo y el grabado fueron considerados, por primera vez, como lenguajes autónomos con cualidades propias.