Este documento es fundamental porque es la voz del artista, el diálogo que el pintor colombiano Luis Hernando Giraldo (n. 1946) espera establecer con su interlocutor y así, a través de las imágenes que produce, poder comunicar su mundo interior. Si en la poesía, las palabras se convierten en grafismos que dan forma al verso, en la pintura se procesa una operación similar donde la huella de su trazo lleva al espectador a ciertos puntos: a los paisajes existentes en la región de Caldas, entre los pueblos de Salamina y Pácora, a los recuerdos de la infancia y a la memoria de las sensaciones generadas por las palabras de su abuela cuando le decía “observa las flores de la iglesia” o bien “escucha el coro”. Con ellas, Giraldo iba redescubriendo el mundo en lo popular que se encuentra en la base de su trabajo.
A su vez, las pinturas de Giraldo hacen señalamientos sobre diversas etapas de la historia del arte: al arte rupestre, con los dibujos que re/significan lo primitivo; a la pintura italiana en la reinterpretación del paisaje y el cuidadoso estudio de la figura humana; a la atmósfera del romanticismo con la magia implícita que condensan sus imágenes recargadas de poesía; y, por fin, a maestros del siglo XX: Pablo Picasso (1881−1973) o Andy Warhol (1928−87), en ideas de ambos creadores tales como la fragmentación de la imagen, el color y lo popular.
Giraldo ha configurado —en sus más de treinta años de trayectoria— imágenes atemporales que combinan tanto lo abstracto como lo figurativo, y en las que hace ver la importancia del proceso: “Cualquier raya tiene el mismo valor que el dibujo más elaborado. En ella está todo, el trabajo final no lo puedo separar del ensayo que estoy haciendo. Por eso, los dibujos vienen de las pruebas de color. Uno no puede sustraerse a que todo lo que haga tenga la misma validez. Para dar una sola pincelada, un artista tiene que pasar toda su vida inmerso en el arte”.
Para ampliar la información sobre el trabajo de Giraldo, véase [doc. no. 1133381].