Este documento es fuente de importancia para la historia del campo del arte colombiano del siglo XX, al dar cuenta de dos puntos de vista contrapuestos frente al coleccionismo de arte moderno en la década de los cincuenta. Por un lado el de Casimiro Eiger (1911–87), extranjero de origen polaco y radicado en Colombia, coleccionista, crítico de arte, director de galería y con filiación hacia la nueva generación de artistas: la encabezada por los pintores Alejandro Obregón (1920–92) y Fernando Botero (n. 1932), los escultores Eduardo Ramírez Villamizar (1923–2004) y Édgar Negret (1920?2012). Por el otro, la opinión de Ignacio Gómez Jaramillo (1910–70), artista colombiano consolidado en la escena local desde el final de la década de los treinta, pintor y dibujante, muralista y, para el momento de la nota periodística, inclinado hacia el realismo.
En este documento, Eiger se opone al coleccionismo como mera acción inamovible que convierte a las colecciones en entes estáticos. Propone, en cambio, una práctica más dinámica y centrada en la idea de colección como algo evolutivo y vivo que reacciona frente a las transformaciones tanto del mundo como de la sociedad.
La voz de Casimiro Eiger aboga por una modernidad para el arte desde todas sus estructuras (prácticas artísticas, crítica, difusión, exposición y mercadeo). En 1954, Eiger lo plantea de manera destacable a través de medios escritos (en este caso periodísticos) como esta carta de respuesta a la nota de Ignacio Gómez Jaramillo. Pero también lo hace tanto desde la crítica ejercida en su programa radial Exposiciones y Museos, en la Radio Difusora Nacional de Colombia, como desde su labor directiva en la Galería El Callejón de Bogotá.