Entre 1965 y 1968, la Academia colombiana de Historia publicó la Historia extensa de Colombia, texto donde se pretendió abarcar la totalidad de los procesos históricos del país desde una perspectiva especializada. El tomo III del volumen XX correspondió al tema de la escultura y fue escrito por el maestro Luis Alberto Acuña (1904–84), reconocido artista plástico y escritor. El capítulo seleccionado, “Tendencias contemporáneas”, es el penúltimo del tomo y ofrece varios problemas teóricos que lo hacen digno de discusión.
En primer lugar, Acuña propone un análisis del momento en que escribe el texto, lo cual plantea, de entrada, el problema del distanciamiento histórico. El autor especifica que, si bien no posee el alejamiento pertinente para juzgar el presente, se siente en el deber de concluir el largo recorrido que ha hecho desde la escultura precolombina con un breve repaso de la actualidad. Es por eso que selecciona los nombres de Negret y Arenas Betancur para dar cuenta del momento particular de la escultura a finales de los años sesenta.
Dicha elección supone un segundo problema de peso, el planteado entre la figuración y la abstracción. Arenas es figurativo, mientras que Negret es abstracto; esto lo interpreta Acuña como una relación directa con la realidad: a su juicio, el primero está más preocupado por la realidad nacional y el segundo pone un énfasis mayor en los asuntos netamente plásticos.
Por último, Acuña lee la creatividad y la filiación vanguardista de Negret en términos históricos. Concluye que la suya es una vanguardia extraña, pues no hay “tradición” contra la cual pueda reaccionar. Este supuesto da cuenta de la existencia de un problema teórico de fondo cuando se analiza la vanguardia en América Latina, ya que este análisis no puede extrapolar la reacción contra la tradición típica que marcó la vanguardia europea al caso latinoamericano. En efecto, a principios del siglo XX en América del Sur no existía una tradición establecida contra la cual reaccionar, de la misma manera que existió en el caso europeo.
El capítulo de Acuña, en suma, no sólo describe el panorama de la escultura colombiana a finales de los años sesenta, sino que también se convierte en una fuente autorizada de problemas críticos e historiográficos de alto interés para el investigador interesado en el tema.