Este texto es el resumen de una entrevista que el periodista Fausto Panesso (nac. 1953) le hizo a Enrique Grau (1920?2004) en 1991, con ocasión de la celebración de los cincuenta años de vida artística del pintor colombiano. Para la época, Grau vivía en Nueva York desde hacía ocho años, donde desarrollaba su carrera explorando lenguajes de la escultura, un género que cultivó con bastante éxito en sus dos últimas décadas de producción plástica. Originalmente, la entrevista fue publicada por la revista Diners en su entrega de septiembre de 1991; este texto es una reproducción de apartes publicada en el El Heraldo de Barranquilla, en el mismo mes.
A principios de la década de los noventa, Grau era uno de los más reconocidos artistas en el ámbito colombiano. Su cincuentenario artístico fue celebrado con múltiples exposiciones y homenajes, tanto en su país como en el extranjero. La entrevista ofrece el punto de vista personal de este personaje sobre problemas clave para el historiador del arte tales como lo anecdótico, el oficio y la crítica de arte.
En cuanto a lo primero, Grau opina que no debe ser soslayado por el pintor a pesar de la insistencia de la crítica en su proscripción; una opinión que está ampliamente sustentada por su propia obra. Sobre el oficio y el dominio de la técnica, el artista asegura que deben insertarse en los antecedentes tanto históricos como geográficos, siendo definitivos en su producción plástica. Finalmente, sobre el ejercicio de la crítica, afirma que es útil siempre y cuando provenga de investigadores rigurosos que abran perspectivas de interpretación. En cambio, a la crítica diaria, a la crónica de periódico, juzga que “no hay que ponerle atención”.
Enrique Grau nació en Cartagena de Indias. Saltó al mundo del arte en el Primer Salón Nacional, en 1940, donde su Mulata cartagenera obtuvo una mención. Esto le permitió obtener una beca del gobierno para estudiar en el Art Students League de Nueva York. Allí Grau perfeccionó sus conocimientos, al igual que en Florencia, donde pasaría una larga temporada en la década de los cincuenta. En los sesenta y los setenta, su obra se consolidó como una de las más características del arte moderno en Colombia.