En julio de 1978, la revista Eco (1960?82) publica una entrevista a Luis Caballero (1943?95) en el momento en que el artista preparaba una serie de exposiciones individuales que tendrían lugar en Suiza, en Perú (Lima) y en Colombia (Bogotá). Para los años setenta, Caballero ya se ubicaba dentro de las primeras filas de los artistas más representativos de la historia reciente del arte nacional. Desde 1966 había iniciado su trayectoria artística, exponiendo en distintas ciudades del mundo y, en 1968, obtuvo un reconocimiento importante: el primer puesto en la I Bienal Iberoamericana de Pintura de Coltejer, realizada en Medellín. Tenía 25 años.
En la entrevista, Caballero toca puntos neurálgicos de los problemas del arte en Latinoamérica y de la crítica de arte en general, ambos embebidos en tal sofisticación y exceso de cultura artística que habían perdido la posibilidad de acceder a un lenguaje ingenuo y directo. Luego del auge de la pintura de vanguardia en Colombia, Caballero retomaba el quehacer del artista en un sentido más clásico. En su opinión, el arte de vanguardia de sus contemporáneos se había perdido en un “simple juego intelectual”, donde primaban otros valores por encima de una propuesta o visión plástica: “el artista no es el gramático sino el poeta”, confiesa haciendo crítica a sus homólogos de la vanguardia. A Caballero le interesaba el lado patético (en el sentido de agitación vehemente del ánimo) del arte; encontraba que la figura humana era el medio idóneo para lograr esa transmisión sentimental y emocional. Además, señalaba que Latinoamérica estaba aún por realizarse plásticamente, pues los artistas del cono sur del continente todavía no se habían encontrado a sí mismos; a su juicio, habían permanecido estáticamente como heterónomos de las tendencias parisinas y neoyorkinas. Sus ideas principales giran en torno a que “La pintura latinoamericana no existe (1a) todavía…”; a que “no se puede hablar de (1b) una pintura latinoamericana con características propias”; a que “Las características propias a Latinoamérica (…) deberían engendrar una nueva manera de ver (…). Cuando esa visión diferente del mundo haya sido realizada pictóricamente se podrá hablar entonces de una ‘pintura latinoamericana’”.