El crítico Clemente Airó (1918?75) comenta la obra de Carlos Correa (1912?85). Importa la aparición de esta valoración en la revista Espiral en ese año de 1949, pues para los años cuarenta esta publicación representaba un eje principal en el desarrollo de la crítica moderna tanto literaria como plástica en Colombia. Esta apenas emergía de los comentarios de obra de corte biográfico o anecdótico emanados de la crítica decimonónica criolla para adquirir (para la época) un tenor teórico y analítico a tono con los estudios de estética contemporáneos; o sea, de énfasis cientificista a nivel de la comunidad internacional de intelectuales y académicos de las artes. En ese contexto, la opinión crítica nacional —entonces en plena consolidación— se convertía en un juicio objetivado en el marco de las revistas culturales, las cuales fueron uno de los medios más trascendentales en la formación y circulación de lo entendido en torno al arte nacional. Aunque la crítica de Airó todavía es bastante retórica (e incluso preceptiva), se le considera un nombre significativo en esa labor en torno a las plásticas en Colombia. Su revista Espiral fue acaso la primera publicación seriada que, en el contexto nacional, se dedicó, de manera especializada (así fuera arcaica en el marco de la modernidad crítica de las artes internacionales), a debatir sobre las artes plásticas en el horizonte colombiano.
En el comentario particular a la obra de Carlos Correa, llamó quizá la atención cómo Airó reivindicaba el rol de las influencias en las artes plásticas latinoamericanas, sobre todo en relación con sus antecesores y semejantes transcontinentales. Para los años cuarenta la crítica nacional oscilaba entre dos vertientes ferozmente opuestas: o defendía el arte como lo propio de la tradición culta europea (extremo conservador con una posición en la que el arte americano no tenía un chance siquiera y se descartaba sin consideraciones más profundas) o bien, buscaba reivindicar “lo americano” como un a priori (extremo liberal, sin conceder la evidente participación que tenía el capital artístico de Europa en las formas plásticas emergentes del nuevo continente). Airó califica la obra de Correa como “telúrica”; adjetivo que estaba de moda para designar “lo americano” como imagen de una naturaleza virgen y madre. Según el crítico, la obra de Correa conlleva una comprensión más profunda del hecho americano, reafirmando, así, el papel social del arte.