Maximiliano Grillo (1868–1949) es uno de los críticos de arte más visibles y publicados durante las tres primeras décadas del siglo XX en Colombia. Su trabajo crítico es muy amplio y su voz era una de las más autorizadas. El documento cita nombre y local de residencia de los artistas colombianos que estudiaban en Europa. Es destacable cómo, entre todos ellos, sólo Marco Tobón Mejía (1876–1933) estaba en París; la mayoría residía en Madrid y algunos pocos se turnaban entre Roma y Florencia. No es de extrañar que la mayoría de los artistas viajaran a España, pues en el campo artístico colombiano de comienzos de siglo XX había una preferencia —defendida a capa y espada por Grillo— por lo que representaba la estética tradicional española. A propósito de esto, los viajes que hacían nuestros artistas a Europa eran, sin duda, una de las escalas que debían hacer para ser considerados eximios conocedores de la tradición occidental del arte. Luis Alberto Acuña (1904–84) se saldrá un poco de ese modelo de artista colombiano emanado de esa época, pues será uno de los pocos que se inspire en la tradición precolombina para realizar sus obras. Incluso a nivel formal, su trabajo se alejará de la propuesta académica que la mayoría de artistas cultivaban después del retorno de Europa. Con Acuña se asiste, de hecho, a uno de esos intercambios fructíferos entre el arte, la discusión sobre lo nacional y la apertura hacia lenguajes de la vanguardia europea.
Luis Alberto Acuña nace en Santander, departamento de Colombia, donde realiza sus primeros estudios. Posteriormente reside en Bogotá y asiste a la Escuela de Bellas Artes, con cuyos trabajos presentados en un concurso se hace merecedor de un viaje a Europa. Estudia en París y recorre varios países. De regresó a Colombia, integra los Bachués, el grupo de artistas, escritores e intelectuales que tuvo una intención claramente vanguardista. Además de pintor y escultor, Acuña fue profesor e historiador del arte colombiano.