Tras la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, el “espacio” —ya sea “ambiental” (facilitando el ordenamiento territorial de país) o bien “público” (velando por la derechos humanos y una sociedad civil más participativa)— pasa a ser agenda política estatal. En total sintonía con dicho interés se convoca Arte para Bogotá (1995), iniciativa desarrollada por la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Colombia, el Instituto Distrital de Cultura y Turismo (IDCT) y el periódico bogotano El Tiempo, e implementada en el marco del Plan de Desarrollo del alcalde Antanas Mockus Sivickas (n. 1952) denominado Formar Ciudad, que fue un programa contra la violencia que apostó por “religar” tanto prácticas cotidianas como normas de regulación. Es por ello que, “En asuntos de ciudad, la estética urbana sí tiene que ver con todo” resulta ser de gran interés. El arquitecto y urbanista Álvaro Suárez Zúñiga —miembro del comité de selección de la convocatoria, y representante del IDCT— observa los efectos legales de las diversas reflexiones estéticas sobre la ciudad; una “estructura” que obedece a la experiencia de hechos, lugares, símbolos e imaginarios.
Para el autor, los “procesos” o “intervenciones” que formulan los artistas afectan (en tanto experiencia en la memoria) el modo de ver “lugares comunes”, revalidando la ciudad en su cotidianidad, a la vez que se promueven las siguientes pautas: (i) un cuestionamiento a la estética legitimada (hegemónica) del mobiliario urbano; (ii) señalar el tenso “intercambio de técnicas y saberes” propio de las economías formales e informales; y (iii) aceptar “la diversidad como posibilidad de vida urbana”, más allá de categorías, tales como “lo aceptado”, productoras de “segregación estética”, espacial, económica y social. Bajo tales condicionantes, Arte para Bogotá ofrece entonces una “estructura de ciudad”; pero no como algo acabado, sino como un proceso de “construcción en sí”.