El conjunto de piezas premiadas en Arte para El Dorado (1986) da partido del variado horizonte de propuestas escultóricas no-figurativas que vienen a coincidir en la década de los ochenta. Con una trayectoria iniciada en los cuarenta, Édgar Negret (1920?2012) presenta Metamorfosis —serie que constituye parte de su última obra—, que consta de ligeros entramados en lámina de aluminio pintada; otros escultores, aunque con una propuesta distinta, son John Castles (n. 1946), Ronny Vayda (n. 1954), ambos arquitectos, y Marta Elena Vélez (n. 1938); los tres son miembros desde los años setenta de un sólido grupo de artistas que se tomaron el espacio público de Medellín. Los dos primeros coinciden en el uso de materiales como el hierro o el acero, aunque con lenguajes distintos; la obra del primero desarrolla la plegadura de láminas industriales, mientras que el segundo presenta pesados pórticos de hierro; ambas propuestas carecen de título.
A su vez, Carlos Rojas (1933−97) y Bernardo Salcedo (1939−2007) optan por una política de “apropiación” de materiales cotidianos. El primero inicia su trayectoria en los años cincuenta, y opta, en esta ocasión, por una sutil estructura de hierro que erige un espacio arquitectónico al interior del espacio público; la denomina Pórtico al Dorado. El segundo, con Mar picado, un ensamblaje de sierras metálicas —de una serie que se prolongará hasta 1988—, opera con las posibilidades de significación de un objeto cuya función ha sido modificada, sin ignorar una materialidad con implicaciones político-estéticas. Francisco López Arango (n. 1951) fue escogido con una obra donde predomina el dibujo e incursiona, a través del montaje, en el espacio público: le coloca artísticamente su Bomba al Aeropuerto Internacional El Dorado. Otro de los seleccionados, por entonces con una labor poco conocida, Adolfo Bernal (1954−2008), hace una propuesta que resulta radicalmente diferente a todas; esto es, para lograr su Señal sitúa gaviones (contenedores de piedras elaborados en malla de alambre) en los pasillos del terminal aéreo. Consuelo Gómez Soto (n. 1956) yuxtapone geométrica y táctilmente materiales disimiles como la piedra y la madera en otra obra sin título. Y finalmente, Manolo Vellojín (1943?2013) produjo su Lingote para El Dorado, evocando con él el depurado trazo geométrico con el que se reconocerá también su pintura.
Cabe aclarar que la convocatoria Arte para El Dorado (1986), organizada y ejecutada por el Museo de Arte Moderno de Bogotá y el Departamento Administrativo de Aeronáutica Civil, nunca se implementó. Años después (1994), un proyecto encabezado por la crítica de arte Ana María Escallón Emiliani (n. 1954) llevó hasta la autopista El Dorado las 8 esculturas que hoy reposan allí: Ventana, del mencionado Carlos Rojas, Horizonte, de Édgar Negret, Doble victoria alada,de Eduardo Ramírez Villamizar (1923?2004), Longos, de Hugo Zapata (n. 1945), y Pedazo de río, de Bernardo Salcedo, todos ellos colombianos; El viajero, del argentino radicado en Francia, Antonio Seguí (n. 1934), Eclipse, de la mexicana Ángela Gurría (n. 1929), y del peruano Fernando de Szyszlo (n. 1925), Intiwatana.