El escultor español radicado en Colombia Ramón Barba (1894–1964) expuso su obra en contadas ocasiones. De ahí que este artículo sea significativo al mostrar cómo, en 1931, el artista tenía cierta acogida por parte de la crítica, o al menos su obra ya era representativa dentro del campo de las artes en Colombia. Estos textos ayudan, además, a rescatar la memoria de uno de los escultores más destacados y prolíficos de la primera mitad del siglo XX. Desafortunadamente la historiografía del arte local ha pasado por alto la figura de este escultor. Según lo reflejado en este documento, su obra y su legado están aún por investigar.
Ramón Barba estudió inicialmente en España, viajando posteriormente a México y a Cuba. Llegó a Colombia en 1925 y se estableció en Bogotá. A la llegada de Barba a la capital colombiana se vinculó a la Escuela de Bellas Artes como profesor de escultura; allí, con un grupo de alumnos —entre otros, Josefina Albarracín, quien luego sería su esposa, y Hena Rodríguez (1915?97)—, fomentaron un tipo de trabajo artístico ligado a una búsqueda de intereses. Esto los vinculaba a una representación de sectores sociales normalmente olvidados por los artistas de la época, desde temáticas indígenas hasta campesinos y mendigos. Todo esto se planteaba desde una propuesta plástica alejada de la academia, con visos de las vanguardias europeas, aunque sin olvidar el muralismo mexicano, cuyo referente actuaba directamente en la búsqueda nacionalista de algunos artistas latinoamericanos de aquella época.