En la historia del arte colombiano solamente se han publicado tres textos alusivos al Museo de la Escuela de Bellas Artes: (i) un inventario de su colección elaborado por el artista Coriolano Leudo Obando (1886–1957) aparece en el libro Iniciación de una guía de arte colombiano (Bogotá: Academia Nacional de Bellas Artes, 1934), págs. 257?64; (ii) una reseña sobre la Escuela de Bellas Artes que incluye la actividad del Museo de la Escuela se publicó en la revista Cromos en 1933 [véase “La Escuela de Bellas Artes”, doc. no. 1100996] y, (iii) el ensayo que nos ocupa, publicado en Cromos, el 18 de abril de 1931, por Gustavo Santos Montejo (1892−1967).
Este ensayo de Gustavo Santos es el primer texto que presenta públicamente algunos proyectos del Museo de la Escuela de Bellas Artes (desde exposiciones temporales hasta adquisiciones), así como la distribución de algunas de sus salas, fotografías de los espacios y la voluntad de algunos artistas y coleccionistas de enriquecer sus colecciones. A pesar de su brevedad, la reseña resulta clave para entender el proceso de instauración del coleccionismo público de arte en Colombia, e iniciado por la Escuela de Bellas Artes de Bogotá, amén de la pauta que marcó esta institución en el surgimiento del coleccionismo privado y en la configuración de un cuerpo de artistas canónicos para la historia del arte del país.
En este sentido, el coleccionismo y el comercio de arte son algunos de los temas marginales de la historia del arte colombiano. No existe un solo estudio sobre el asunto, salvo esporádicas “noticias históricas” en revistas y libros publicados en diferentes momentos de nuestra historia. En efecto, el Museo de la Escuela de Bellas Artes es una de las “instituciones del coleccionismo” tradicionalmente olvidadas en el ámbito colombiano. Fue el primer museo público especializado en arte en Colombia; su conformación azarosa se inició en el año de 1873 con la fundación de la Academia Vásquez, en Bogotá, y se consolidó con la reapertura de la Escuela de Bellas Artes de Bogotá (actual Escuela de Artes Plásticas de la Universidad Nacional de Colombia) en 1902. Aunque su actividad fuera precaria y a todas luces intermitente, logró montar una de las colecciones más significativas de arte colombiano de finales del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX en el país. En 1948, todas sus pinturas, esculturas y dibujos fueron trasladados al renovado Museo Nacional de Colombia (Bogotá), en donde se conservan actualmente.