Este breve ensayo pone en evidencia algunas de las discusiones y malentendidos presentes en algunos sectores de la intelectualidad colombiana durante las décadas de los veinte y treinta, cuyo conocimiento resulta necesario para entender los enfoques de la crítica local a ciertos términos y definiciones propios de la modernidad.
En este caso, el autor Alfonso Dávila (bajo el seudónimo de “Alfonso María de Ávila”) focaliza el ambiente que rodeó al pintor colombiano Francisco Antonio Cano (1865–1935) y se detiene en, lo que él considera, la “objetividad” presente en su trabajo como “retratista”. Aprovechando esto, diserta brevemente sobre la dualidad objetividad-subjetividad en el arte. Aunque, por muchas razones, el asunto de la subjetivación es piedra angular del arte moderno, Dávila considera que el género del “paisaje” representa “lo íntimo, lo sentido, lo que es autopercepción” y, por lo tanto atribuye a este género, per se, un carácter de subjetivación. Por otra parte, atribuye a algunas obras de Cano, afincadas en el género del retrato, un carácter “objetivo”. Es decir, el autor atribuye a dos géneros como el paisaje y el retrato, cualidades intrínsecas de subjetivización y objetivación respectivamente.
Infortunadamente, la trayectoria como crítico de arte de Alfonso Dávila es poco conocida, así como sus referentes históricos, teóricos y críticos. No obstante, este trabajo resulta indispensable para entender algunas definiciones empleadas durante la primera mitad del siglo XX por la crítica de arte local y algunos de los elementos que permitieron el posicionamiento de Cano (un artista academicista en extremo) en el escenario plástico de Colombia durante los años veinte y treinta.