En la década de veinte se inició un movimiento de recuperación moderna de la estética precolombina, enmarcado por el importante desarrollo de la arqueología peruana desde inicios de siglo y por la búsqueda de las fuentes de la identidad nacional propugnada en esa época por el indigenismo. Hubo un creciente interés de artistas, investigadores e intelectuales por el uso de los motivos precolombinos para adaptarlos a la vida contemporánea, sobre todo a través de su inclusión en las artes decorativas y funcionales. La artista peruana Elena Izcue (1889–1970) fue quien desempeñó uno de los papeles más decisivos dentro de este movimiento. Alejada del grupo indigenista dirigido por el pintor José Sabogal (1888-1956), desarrolló una trayectoria en la que destacan sus obras de diseño textil y arte aplicado, las cuales la vincularon con la industria de la moda de París y Nueva York. Su actividad docente le permitió concebir las formas del arte precolombino como medio pedagógico. Desde 1921, Izcue había colaborado con el proyecto de crear un modelo educativo, social y empresarial en la hacienda Chiclín (La Libertad), propiedad de Rafael Larco Herrera (1872–1956), filántropo y coleccionista de objetos prehispánicos. Con este enfoque, Elena desarrolló una serie de textos ilustrados y los dos volúmenes de El arte peruano en la escuela, publicados en 1926 (París) y dedicados a la enseñanza artística. La simplicidad de los motivos, así como su ordenamiento, permiten suponer que el primer cuaderno se orientaba principalmente a los niños pequeños; mientras que el segundo, con una sección orientada a su aplicación en las artes decorativas, estaría dirigido a artesanos o estudiantes más avanzados. En ambos casos, las figuras derivan de obras precolombinas pero se presentan como elementos autónomos, aislados de su contexto original y sin ninguna explicación sobre su origen o su significado, privilegiando sólo el diseño. El arte peruano en la escuela consolidó el reconocimiento local e internacional de Izcue. Incluía versiones de los textos en inglés y francés, lo que permitió su distribución entre americanistas de toda Europa y, gracias a Larco Herrera, fue introducido en escuelas y medios artísticos norteamericanos. Intelectuales de diversas partes del mundo elogiaron la publicación. Los primeros ejemplares llegaron a Lima a inicios de 1927 y tuvieron una amplia difusión en los medios de prensa peruanos, destacando las reseñas de Elvira García y García (1862–1951), Magda Portal (1903–89), y Dora Mayer de Zulen (1868–1959), que resaltaban la posibilidad de ofrecer modelos locales capaces de generar una identificación nacionalista en los niños. [Textos de las tres autoras se reproducen para el presente proyecto]. Efectivamente, los cuadernos fueron usados para la enseñanza artística en varias escuelas del Perú. La autora del texto, la escritora peruana Magda Portal, se distinguió por una activa participación política dentro de una vertiente de izquierda que buscaba la transformación social y enfatizaba la participación de la mujer, otorgando un papel central a la educación. Colaboró en la revista Amauta tanto con poemas como con ensayos y fue una de las fundadoras del Partido Aprista Peruano (1924), integrando su comité ejecutivo como secretaria de asuntos femeninos. Por su activismo político fue posteriormente detenida y deportada. En sus últimos años se alejó de la militancia política, dedicándose por completo a su vocación literaria. Natalia Majluf y Luis Eduardo Wuffarden publicaron Elene Izcue. El arte precolombino en la vida moderna (Lima: MALI, 1999), el estudio más completo hasta el momento sobre la vida y obra de la artista.