“El pabellón de México en Sevilla”, del arquitecto Manuel Amábilis, describe el pabellón mexicano en la Exposición Universal de Sevilla de 1930. En el prólogo, Enrique González Martínez, embajador de México en España, explica que el arquitecto Manuel Amábilis, el escultor Leopoldo Tommasi y el pintor Víctor M. Reyes aunaron sus destrezas para crear un pabellón inspirado en la arquitectura de la civilización tolteca de la península del Yucatán, edificación que reflejaba el orgullo nacional en la cultura autóctona mexicana. Amábilis explica que, durante la fase de concepción del plan para el pabellón, el artista quería transmitir una particular identidad artística mexicana mediante el empleo de pintura y color en la arquitectura y escultura, y por el énfasis en las simetrías diagonales que reflejan los paisajes de Sudamérica. El pabellón fue proyectado para adaptar las características del arte indígena mexicano a una estructura arquitectónica moderna con el fin de captar la atención y el aprecio de los visitantes europeos a la exposición. Amábilis describe el plan del edificio con sus cuatro fachadas, una de las cuales servía de recibidor principal. Todas las fachadas estaban decoradas con tallas en relieve sobre un fondo rojo y símbolos toltecas. La fachada principal se distinguía por un friso labrado y por columnas decoradas con la serpiente flamígera o “emplumada” de origen tolteca, y por un portal interior con una pintura de Víctor M. Reyes. En la fachada principal también aparecía una escena tallada que representaba el ideal mexicano revolucionario de la “solidaridad de todas las clases sociales para el progreso de la nación”, trabajo plasmado en un estilo artístico moderno, además de estelas y reproducciones de las estatuas Chac mool halladas en Chichén Itzá que rodeaban la fachada principal. Finalmente, en el artículo, Amábilis dedica el pabellón inspirado en los monumentos mexicanos a la memoria de los ancestros indígenas del país.