La crítica de literatura Flora Süssekind pondera la obra del escultor Ângelo Venosa, a partir de su primera individual en 1985, llegando hasta realizaciones recientes (1990). Destaca, en ellas, la reincidencia de carcasas, vértebras, dientes, calaveras, fósiles, moldes faciales e imágenes corpóreas ya sea seccionadas o descarnadas. De ese modo, la autora analiza aquello que caracteriza como una tensión a lo largo de la obra escultórica de Venosa: algo que oscila entre la “animación de lo inmóvil” y la “objetivación de aquello que parece todavía vivo”. Süssekind coloca sus piezas entre ciertas experiencias artísticas con el cuerpo (humano o animal) en el arte moderno contemporáneo, en diálogo abierto con obras de Constantin Brancusi, Alberto Giacometti, Meret Oppenheim, Robert Rauschenberg, Selena Trieff, Gabriel Orozco, Damien Hirst y Christine Borland. En este ensayo, Süssekind aprovecha textos de otros autores en torno a la producción de Venosa. Concluye que una de las características primordiales de su obra recae sobre procedimientos que serializan formas (a veces en una misma pieza) con vacíos o intervalos de material, los cuales, de una forma u otra, niegan la interioridad de la escultura. A su juicio, se trata de una especie de “intraserialización” que trae a la luz —en rebanadas, láminas o hileras— la discontinuidad organizadora de la propuesta escultórica.