Ana Mae Barbosa señala lo sucedido con la diáspora interna de los artistas plásticos del noreste brasileño hacia los grandes centros (São Paulo y Río de Janeiro) a partir de la década de los sesenta. A su juicio, dichos artistas estaban mejor preparados para un diálogo creativo con corrientes contemporáneas donde el aspecto multicultural se ve implicado. Los dramaturgos y escritores Ariano Suassuna y Jomard Muniz de Britto son indicados como los articuladores del pensamiento de esa región norteña, sobre todo por sus enfoques vía tensiones: tradición y posmodernidad, arte popular o erudito. Barbosa cita el aporte de la Escolinha de Arte de Recife, así como el taller de grabado Oficina Guaianases que opera en Olinda. La autora teje su crítica contra la estética minimalista y el conservadurismo de la vanguardia, los cuales excluyen de manera ostensiva las tendencias figurativas y otras manifestaciones no abstractas. Su texto subraya la oportunidad de redefinir las operaciones críticas tanto del arte como de la práctica curatorial enfocadas desde el hibridismo contemporáneo. Menciona, con brevedad, muchos artistas de la región involucrados en el trabajo moderno y contemporáneo; entre ellos, Francisco Brennand, Vicente do Rego Monteiro, Thereza Carmem Duarte, Antonio Bandeira, Sérvulo Esmeraldo, Paulo Bruscky, Montez Magno, Gilvan Samico, Rubem Valentim, Roberto Lúcio de Oliveira, João Câmara, Gil Vicente y Virginia Colares, con una ilustración de obra de cada uno de ellos. A juicio de la autora, la contribución femenina ha sido notable en el noreste (aunque ella se centra específicamente en Pernambuco), pese que haya sido poco reconocida.