Frans Krajcberg (1921–2017), artista polaco radicado en Brasil, inicia su trayectoria artística en los años cuarenta, transitando por el expresionismo y por el arte abstracto; pero es con trabajos hechos en los años sesenta que su obra descolla, con la mella que hace su involucramiento con la naturaleza y su defensa de las causas ecológicas. La crítica historiográfica del arte, incluyendo a Vera Pedrosa, se interesa por su producción y pensamiento desde los años setenta.
Consúltese al respecto de la ironía que implica la idea de “naturaleza muerta” en relación con la “desforestación” amazónica que Krajcberg criticó en su obra, con sus esculturas pintadas de material recuperado de la tala y quema en esa vasta región desde inicios de los setenta con la apertura de la carretera Transamazónica, y la obvia concesión de áreas para agricultura y ganadería. El tema es insinuado en el “Manifesto do Naturalismo Integral ou Manifesto do Rio Negro” (1978) [doc. no. 1111358 y doc. no. 805796] que Krajcberg firma con el crítico francés Pierre Restany y el artista y empresario yugoslavo Sepp Baendereck. La proclama sale en defensa de un “arte naturalista”, “esencialista y fundamental”, anhelando un regreso del pensamiento y la percepción a una condición de “naturaleza original”, que en el texto representa el río Negro. Entendido desde aquella perspectiva ecológica de décadas anteriores, para Krajcberg el arte metropolitano sería tan sólo una “naturaleza morta”.