La brasileña Sônia Salzstein discute los conceptos contemporáneos de “escultura” tomando como punto de partida el pensamiento de la historiadora del arte norteamericana Rosalind Krauss. Su objetivo es el de examinar lo que distingue a la escultura moderna de la contemporánea y, a partir de ahí, desdoblar analogías con el caso brasileño. Salzstein señala la particularidad del contexto de su país donde los asuntos de “lo moderno” se activan a partir de la década de los cincuenta, a través de un vínculo entre espacio y tiempo que alcanza perfiles de algo vivencial. A su juicio, la escultura contemporánea en el Brasil nace de un choque impetuoso contra el plano y no como una tradición escultórica en sí, tal como sucedió en Europa y en los Estados Unidos. La autora pone en evidencia, además, un par de cuestiones más: por un lado, el “estigma de lo constructivo” y, por el otro, la oportunidad surgida de que la escultura contemporánea en el Brasil viniera a impugnar los límites de la pintura reciente —esto es, la producida en los años ochenta—. Para su argumentación, el texto ejemplifica casos con la obra de los artistas Waltércio Caldas, Lygia Clark, Hélio Oiticica, Amilcar de Castro, Franz Weissmann, Sérgio [de] Camargo, Victor Brecheret, Lasar Segall, Ernesto De Fiori, Bruno Giorgi, Nuno Ramos, Carlos Alberto Fajardo, Tunga, Cildo Meireles y Iole de Freitas.