El crítico Frederico Morais argumenta que el arte, como necesidad social, debe formar parte de la conciencia nacional y de una dimensión de la libertad. Está a favor de la creación de ciertas condiciones favorables para que las masas perciban el ámbito en que se mueven, activando sus sentidos. Sugiere que el museo proponga actividades interconectadas a los espacios, tanto el público como el cotidiano, para ejercitar su espíritu lúdico. En su opinión, un arte ampliado para situaciones, eventos, rituales y celebraciones (individuales o colectivas) deja de diferenciarse de la vida. Morais se percata del fin de la representación, de la metáfora y del carácter orgánico de la obra, simultáneamente que gana, de modo ilimitado, el espacio y el tiempo. El arte se halla en el cuerpo, en el ambiente, en una creciente “desmaterialización” que va apropiándose de la vivencia humana. El objeto —a su juicio fundado por el arte Pop— se localiza entre la recuperación del cuerpo y de la tierra; es él el que aporta la relación de los sentidos y la participación, mientras que la tierra involucra los elementos naturales a la vida. Morais hace la previsión de un nuevo humanismo: un individuo despojado y creador que sea pacífico y libre. Siendo una experiencia de libertad, el arte debe ser amplificado y mantenido por el gobierno.

El manifiesto “Do corpo à terra” [Del cuerpo a la tierra] acompañó un evento bajo el mismo nombre, organizado por Frederico Morais (n. 1936) —una de las personalidades marcantes de la crítica de arte en el Brasil— en el Parque Municipal de Belo Horizonte (Minas Gerais). Se presentó con motivo de la apertura de la muestra Objeto e Participação en el Palácio das Artes, ambos eventos parte de la denominada Semana de Vanguarda. El texto apareció publicado en la columna de Mari’Stella Tristão, bajo el título de “Da semana de vanguarda (I)” y “Da semana de vanguarda (II)”, en O Estado de Minas, Belo Horizonte, 28 de abril y 5 de mayo de 1970, respectivamente.

A su vez y con el paso del tiempo, el evento Do corpo à terra se convertiría en un marco en el arte contemporáneo del Brasil, por el hecho de haber reunido un gran conjunto de jóvenes artistas con propuestas de intervenciones, de situaciones y de happenings en el espacio público. Algunos de ellos generaron polémica: las situaciones de Artur Barrio y la obra de Cildo Meireles sobre Tiradentes (uno de los líderes revolucionarios).

Después de haber iniciado su actividad crítica sobre cine, Morais asume una defensa de la vanguardia experimental en artículos culturales de varias publicaciones en Belo Horizonte, la capital de su estado natal. En 1967, se transfiere para Río de Janeiro, donde se convierte en uno de los críticos “comprometidos” más actuantes en las décadas de los sesenta y setenta, donde se desempeña durante años, tanto en el Diário de Notícias como en O Globo. En el contexto de censura militar totalizadora, bajo el AI-5 (Acto Institucional núm. 5, 1969), Morais vio surgir un tipo de producción artística en Brasil que denominó “contra-arte” o “arte de guerrilla”. De su parte, pasó a cuestionar la postura del crítico como un juez de valores y propuestas, postulando “la nueva crítica” que él ejemplifica al operar desde dentro de la producción y en vínculo directo con el artista.

En relación a este texto, véase de Frederico Morais “Contra a arte afluente: o corpo é o motor da ‘obra’” [doc. no. 1110685].

Para más información, consúltese de Francisco Bittencourt “A geração tranca ruas”, Jornal do Brasil, Río de Janeiro, 9 de mayo de 1970.