El presente texto, “Cordel - A Novelística Nordestina” de Geová Sobreira, parte de la consideración de que la llamada “literatura de cordel” cimienta una tradición muy propia de novela. Es un acto de creación colectiva que va transformándose por sí mismo a través de ciclos que se constituyen —como es el caso del bandolero Lampião, personaje que reaparece en episodios hasta su muerte y llegada al infierno— del mismo modo que se gesta el llamado ciclo del cuero vacuno. La literatura de cordel, en el noreste del Brasil, es considerada como una narrativa continua de la vida en esa región del país. Tuvo la posibilidad de mezclarse, dialogando con otros tipos de representación en la década de 1950, tanto con la TV como con la investigación académica. El autor, Sobreira, menciona el lenguaje expresivo de Antonio Gonçalvez da Silva (Patativa Assaré) y el importantísimo desarrollo del grabado popular en madera. En este caso, se detiene en los aportes legados por Mestre Noza, por Manoel Lopes dos Santos (Manoel Santeiro), amén de la tipografía São Francisco. Irónicamente, en esa época se pone en evidencia lo que se denomina “lo fantástico del interior brasileño”.

Dos ensayos fueron publicados en el libro ilustrado Xilógrafos de Juazeiro, la “Introdução” de Eduardo Diatahy y el presente documento, “Cordel - A Novelística Nordestina” de Geová Sobreira; ambos, en cierta medida, vienen a compensar la ausencia de textos críticos e interpretativos tanto sobre el grabado en madera como sobre la propia “literatura de cordel”. Sus autores se empeñan con persistencia en la continua adaptación que fue teniendo esta modalidad de expresión que aún existe en la zona noreste del Brasil, la región del sertão. Se examina con atención el caso de la ciudad de Juazeiro do Norte, el mayor centro editorial y de producción sobre el tema.

Virgulino Ferreira da Silva (1897–1938), alias “Lampião”, fue un líder de bandoleros rurales, conocidos como “cangaceiros” [yuntas] por su origen agrario, en las décadas de 1920 y 1930. Asaltaban haciendas, robando comida, materiales de trabajo y hasta ganado que repartían entre la población más necesitada a la manera de Robin Hood. Tras haber sido capturados, fueron degollados y sus restos permanecieron durante décadas en la morgue. Sólo en 1969, los familiares estuvieron en condiciones legales de retirarlos de allí y darles sepultura. Esta rebelión tuvo gran repercusión en el imaginario colectivo popular de las regiones más pobres del Brasil, donde hasta hoy, se les celebra e ilustra de mil maneras.