Cuando el crítico de arte y sicoanalista Theon Spanudis publica este artículo, se estaba viviendo en el medio artístico brasileño una especie (asaz relativa) de valoración del “arte primitivo” de raíces autóctonas y ajenas al lugar común preferencial: lo europeo. Los indicios innegables de este clima sirvieron de acicate para la premiación y reconocimiento generado a nivel nacional por las primeras dos versiones de la Bienal de São Paulo: la primera (1951) premiando a Heitor dos Prazeres y la segunda (1953) destacando a Elisa Martins. Spanudis menciona en su textos dichos antecedentes; lo hace para restarle valor a ambos casos y colocarlos en contraposición al aporte “primitivista” de José Antonio da Silva, quien va más allá de lo infantil o lo ingenuo. A su juicio, trátase de una obra cuya bárbara y dramática ironía se acerca a la crueldad; su mayor peculiaridad sería el haber podido combinar un desarrollo técnico con un cariz de permanente espontaneidad—sobre todo considerándose su eventual recepción a mediados de los cincuenta.
Theon Spanudis (1915–86), de origen griego aunque nacido en Turquía, se educó en Viena y emigró hacia Brasil en 1950 ejerciendo profesionalmente el sicoanálisis hasta 1956, cuando decide volcarse hacia la crítica de arte y literatura. Escribió con regularidad para Habitat revista das artes no Brasil, editada por la arquitecta Lina Bo Bardi. Spanudis es uno de los que se adhiere y firma el “Manifesto Neoconcreto” (Jornal do Brasil, 22 de marzo de 1959) y, pocos años después asume una postura menos radical e incluso crítica al movimiento encabezado por Ferreira Gullar.