Ensayo poético bajo la tónica manifestaria, donde el autor, Lúcio Costa, se plantea la necesidad de una nueva arquitectura derivada de innovadoras técnicas constructivas. Capta el período actual como una época de transición; al mismo tiempo que observa a los artistas proletarios que desean restringir el arte al cartel de propaganda, por un lado, y, por el otro, una actitud esteticista, desinteresada y romántica. Es de la idea de que los momentos de “integración” suceden cuando hay estabilidad en las conquistas artísticas, siendo que, en los momentos de cuño revolucionario lo que predomina es tanto la “desintegración” como el aislamiento de la búsqueda individual. A su juicio, la crisis actual es provocada por el advenimiento de la máquina y de la producción industrial. Establece un cotejo entre los norteamericanos y los romanos antiguos que avanzan en la técnica, pero continúan usando formas pasadas. El arquitecto y urbanista brasileño entiende que la nueva técnica demanda la revisión de los valores plásticos tradicionales; que la “ossatura” [el esqueleto o armazón] autosustentable vino a transformar la función de las paredes, lo cual permite mayor libertad a la planta en cuestión y libera la fachada. La expresión del edificio, producto tanto de un juego entre llenos y vacíos como de la reconquista de la nitidez de líneas y volúmenes geométricos, adquiere un valor plástico cercano al del arte puro. Costa hace un llamado a la industria para que suministre los nuevos elementos necesarios a esa nueva arquitectura, teniendo en mente que, si la técnica es el punto de partida, la arquitectura está mucho más allá. En su opinión, es indispensable la colaboración de pintura y escultura; y brinda su pleno apoyo al internacionalismo de la nueva arquitectura por ser una verdad común de leyes tanto fundamentales como universales.