La pregunta formulada desde la revista se inscribe en un período particular del arte colombiano, en el que las propuestas de contenido explícitamente político ganan espacio. La discusión acerca del rol del artista y su obra, en la sociedad, polarizaba opiniones. Los argumentos manejados se orientaban en posiciones muchas veces abiertamente contrapuestas.
El aspecto más relevante del artículo radica en la forma como responden la pregunta los 16 artistas y ambos críticos entrevistados. Las respuestas pueden ser organizadas en tres posturas básicas. Un primer grupo reivindica la necesidad de hacer un arte que deje la dependencia de los modelos externos, pues esto lleva a que la élite en el poder sea la que controla el quehacer artístico, perdiendo de vista el artista su responsabilidad con la realidad del medio en el que está produciendo su arte. A tal punto, que se llega a sostener (por algunos de los entrevistados) que existe un arte para las clases dominantes y otro para los dominados.
Un segundo grupo de entrevistados reconoce la necesidad de buscar elementos de identidad cultural; lo que se logrará en caso de existir una real comunicación con el público. Se insiste en la necesidad de fortalecer valores locales para que el arte alcance el significado a buscarse en una sociedad dependiente. Ser incapaz de impresionarse y valorar lo que su medio le brinda, le impide relacionarse con el espectador. Hay la preocupación por no quedarse exclusivamente con la inmediatez del momento; el artista debe tener la capacidad de trascender.
Una tercera posición reivindica el concepto de que la función del artista es hacer arte; buscar y encontrar estímulos desde la plástica, desde el lenguaje puramente visual. Se busca que dichos estímulos logren romper la pasividad del espectador y conviertan la contemplación en un momento activo.