Popularmente, la obra de Palacios es conocida como La India del Paraíso. Trátase, tal vez, del primer monumento con clara alusión al pasado indígena levantado en Venezuela durante el siglo XX; de allí la importancia de este discurso al ser inaugurado. Lo curioso es que la figura de la supuesta “india” corresponde a un modelo europeo de la libertad. No era el caso de la fuente que existía en la desaparecida Plaza de San Pablo, de Caracas, en el siglo XIX, que sí llevaba una figura de india según la iconografía establecida por la misma Europa, con faldellín y tocado de plumas. Habiéndose firmado en 1811 el acta de Independencia de Venezuela, al cumplirse el primer centenario de la magna fecha, el gobierno del general Juan Vicente Gómez, entre otras iniciativas, mandó ejecutar un monumento conmemorativo de la Batalla de Carabobo con la que fue vencido definitivamente al ejército realista.
El discurso del historiador José Gil Fortoul (1861–1943) intenta una aproximación al carácter simbólico de las figuras —“rústicas peñas” representativas de la cordillera de los Andes; los cóndores andinos; las tres palmeras unidas, símbolo de la unión de Venezuela, Nueva Granada (actual Colombia) y Ecuador en la Gran Colombia—, no obstante, excusa su ubicación en Caracas y no en el propio Campo de Carabobo, según lo exigía el decreto de Cúcuta, de 1821. Fortoul arguye que se cumplirá a su debido tiempo cuando la industria, el arte, el ferrocarril y el aeroplano sustituyan “a la austera soledad y al solemne silencio que allí reinan todavía”. En efecto, el monumento queda ubicado entre cañaverales y chaguaramos, en una zona de reciente urbanización (1895), al sur del centro histórico de la capital venezolana. En efecto, el discurso se complementa con la “Idea del monumento a la Batalla de Carabobo” (1909) del escultor venezolano Eloy Palacios, donde justifica el cambio de la columna ática prescrita en el decreto de 1821, por la opción de las palmeras, atendiendo leyendas indígenas recogidas por el cronista Arístides Rojas.
Para comprenderse la modernidad de la propuesta del escultor venezolano, basta referir el monumento erigido en 1910 en Ciudad de México, en conmemoración de la Independencia, diseñado por el arquitecto Antonio Rivas Mercado, coronado con la figura del Ángel del escultor italiano Enrique Alciati, con la tradicional columna ática.
El discurso ha sido recogido en la obra Fuentes documentales y críticas de las artes plásticas venezolanas (2001) recopilada por Roldán Esteva-Grillet.