El texto del curador y crítico Ariel Jiménez (n. 1958) es un aporte fundamental al estudio del arte venezolano moderno y contemporáneo. A la par de ser rigurosamente analítico, su contenido es didáctico, al abordar el análisis de las tendencias (y su continuidad) en el arte venezolano del siglo XX, vistas desde la perspectiva de la historia del arte y de las condiciones socioculturales del creador venezolano que en ella incide.
El ensayo de Jiménez interesa especialmente por su visión sobre la continuidad (o ruptura) de las tradiciones; específicamente, en relación a la pintura de los años ochenta. El autor encuentra que la pintura de los ochenta responde al mismo “sentimiento de anacronismo” frente a la historia universal y, simultáneamente, al mismo “deseo y la necesidad de ‘ponerse al día’” que impulsó a Alejandro Otero a viajar en 1945 a Francia en busca de lo moderno. Observa que la primera evidencia es que el espíritu de los artistas más jóvenes se aproxima mucho más a las generaciones de los sesenta y setenta que de la década siguiente representada por los neoexpresionistas.
Se trata de un texto curatorial por excelencia donde cada uno de los artistas jóvenes es estudiado de manera esclarecedora, en función de la tendencia tradicional en que se inscriben (o de aquella a la que dan continuidad), ya sea la del paisaje o la de la estructura. No obstante, uno de los temas más interesantes desarrollados por Jiménez es el concerniente a la presencia del “hombre”, y más específicamente del “cuerpo” (grandes ausentes en las tendencias tradicionales) en la obra de los artistas en las recientes generaciones. “Uno de los puntos de contacto más evidentes entre las jóvenes generaciones y los artistas de los años sesenta y setenta”, escribe, “se hace manifiesto en la atención que prestan al cuerpo de sus necesidades físicas —el sexo, el dolor— como en la dimensión social del individuo”. Encuentra en un grupo de artistas una lucha por la igualdad, por la libertad política y de sexo (sin agresividad militante) que se manifiesta a través del trabajo “del cuerpo y con el cuerpo”. Un arte, según afirma, donde la sociología tiene mucho que decir. La fuerza subversiva ante las “buenas costumbres”, la homosexualidad, la imagen tradicional de la hombría o la violencia a la mujer, están presentes en obras como la de José Gabriel Fernández y de Diana López.
La exposición La invención de la continuidad (Galería de Arte Nacional, Caracas, 1997) fue curada conjuntamente por Jiménez y por el crítico Luis Pérez-Oramas.