La pintora colombiana Débora Arango Pérez (1907–2005), luego de formarse con Eladio Vélez (1897–1969), y Pedro Nel Gómez (1899–1984), abordó su trabajo como pintora independiente tras ser rechazada por sus condiscípulas, debido a su interés en el desnudo, y por el propio maestro Gómez, por celos profesionales. Arango emprendió entonces el desarrollo de una expresión más libre y personal, centrada en una concepción naturalista de la figura humana, con la que rompió no solo con la tradición académica local, sino con las convenciones socialmente aceptadas entonces respecto a la representación del cuerpo femenino en el arte colombiano.
El contexto de esta entrevista —en la que pueden seguirse las ideas centrales que la animaron en la elaboración de un importante conjunto de acuarelas (integrantes del período que se conoce como “expresión pagana”)— fue el escándalo que despertó la presentación en público de dos de ellas. Se trató de los desnudos a la acuarela titulados Cantarina de la rosa (hoy desaparecido) y La Amiga (Museo de Arte Moderno de Medellín), incluidos en una exposición colectiva de pintura, realizada (entre el 18 y el 26 de noviembre de 1939) por la Sociedad de Amigos del Arte en el Club Unión, el más prestigioso de Medellín. Para sortear la polémica, el jurado, del que formaron parte Félix Mejía Arango (1895–1978), Carlos Posada Amador (1908–93) y José Posada Echeverri (1906-52), optó por otorgar el primer premio de $100 (cien pesos) a Hermanas de la Caridad, obra que muestra un grupo de recatadas monjas. El escándalo pronto tomó un carácter partidista: la prensa liberal alabó a la artista, mientras que periódicos conservadores como La Defensa la atacaron vilipendiándola.
El texto resulta fundamental para conocer aspectos biográficos y del pensamiento de la pintora, entonces con 32 años. Por una parte, expresa con inusitada claridad sus convicciones. Por otra, traza un ideario estético propio de la modernidad, en un contexto de afirmación política de la llamada República Liberal (1930-46). La cual enfrentó una aguda oposición conservadora. Esto sucedía en medio una ciudad como Medellín que avanzaba vertiginosamente en un proceso de industrialización que modernizó la economía, mientras las élites locales permanecían ancladas al control moralista impuesto por la Iglesia.
Este artículo fue publicado en un diario del departamento de Antioquia-Colombia que ya no existe. La versión facsimilar se publicó en el catálogo de la exposición retrospectiva Débora Arango: 1937-1984 organizada por el Museo de Arte Moderno de Medellín.