El artículo del traductor, ensayista y crítico Hernando Valencia Goelkel (1928-2003) aparece en la revista Mito (1955-62) con motivo de una muestra individual de Lucy Tejada (n. 1920-) donde se exhibían trabajos inéditos ejecutados en Europa. Tras una fructífera trayectoria y un cultivo importante de su personalidad artística y de su popularidad en Colombia, ella se había ausentado del país desde 1952. El artículo publicado en 1955 por Mito representa la bienvenida positiva que recibió la artista por parte del círculo de intelectuales que poblaban el centro de Bogotá con galerías, editoriales independientes, teatros y casas de poesía. Añádase que la artista venía de obtener el primer premio de la III Bienal Hispanoamericana de Arte celebrada este mismo año en Barcelona, certamen internacional considerado como el acontecimiento artístico de mayor trascendencia en la España franquista de los cincuenta.
El artículo posee un connotado interés por el hecho de resaltar el papel de las influencias del arte de Europa en la trayectoria plástica de Tejada. Según el autor, el arte de la tradición del viejo continente tiene tan “impresionante corporeidad” que su contemplación directa no puede sino nutrir la experiencia del artista americano; el cual, en su ámbito natal, queda muy “pobremente ejercitado (…)” en materia de “belleza plástica”. El articulista exalta y privilegia la pintura de la tradición europea frente a lo que denomina “el arte contemporáneo”. Esta postura, que podemos adjetivar de nostálgica o tradicionalista, representa una actitud reiterada en el panorama cultural de los intelectuales y críticos del siglo XX en Colombia, para los cuales aparecía, muchas veces, como un imperativo para el florecimiento y la consolidación de un arte nacional la asimilación de la tradición pictórica culta (e incluso académica) europea. Pero, pese al “sutil desencanto” que le genera el arte de su tiempo, Valencia Goelkel encuentra en Lucy Tejada un motivo de celebración nacional; sus expresiones son, a veces, de difícil penetración —aquella pintura de “informulable base de tranquila sabiduría, de seguridad transconceptual”— o de excesiva vaguedad (“miserable, noble, melancólica”). Algo bastante común en la joven tradición crítica nacional, tan dada a una retórica laudatoria muchas veces ambigua. En cualquier caso, en su enfoque de la obra de Tejada, se aplaude su menosprecio por la teoría y sus seudo-problemas, su seguridad crítica y su “empirismo profundamente femenino”. Llama la atención, por último, que denomine su arte una “pintura sin mensaje”.