El artículo de Jorge Gaitán Durán (1925-62), el poeta, crítico, traductor y ensayista, es motivado por una exposición de la artista Cecilia Porras (1920-71), a juzgar por la evidencia expositiva que presta el título. No da cuenta de los detalles del hecho, pero puede tratarse ya sea de la muestra colectiva Salón de Pintura Contemporánea (1955) realizada en el Salón Principal del Museo Nacional de Bogotá (2 de septiembre de 1955), o bien de la exposición individual de julio de 1955 en la galería El Callejón en Bogotá, donde se exhibieron veinticuatro óleos y veinte dibujos de la artista, con patrocinio de la Dirección de Educación del Bolívar. En la Bogotá intelectual de los cincuenta, la revista Mito (1955-62) era el eje principal dentro la actividad cultural capitalina; alrededor de sus anuncios, sus críticas y sus análisis culturales gravitaban todos los agentes del arte y de las letras del continente. Es relevante este comentario de Gaitán Durán, dado que, para su momento, representaba un aviso publicitario de la artista y, puntualmente, de su exposición en temporada. El superlativo con que califica a la artista (“la más grande revelación de la pintura colombiana”) seguramente tendría un efecto propagandístico importante en los lectores, dada la autoridad de la revista y la del crítico.
Para el momento de aparición del artículo, un grupo de jóvenes que aspiraban a darle a su propio arte una forma “nueva y auténtica” se abría paso en el escenario de la discusión sobre lo que “debía ser” el “arte nacional”; objetivo que constituía una lucha representacional cuando las tendencias artísticas emergentes (a nivel de la comunidad artística internacional) contrastaban con el ambiente general de una crítica y de una opinión pública renuentes al cambio. Sobre todo en una sociedad tan católica y tradicionalista como la de Colombia. En ese contexto, Gaitán Durán rescata de la generación de Porras su aspiración a “lo universal”; aquello que para la época se relacionaba con hacer eco de las vanguardias del viejo continente, quedando en consonancia con la contemporaneidad de la Europa de la posguerra. Por parte de las nuevas generaciones de intelectuales y artistas nacionales, esto se veía como paso obligado para la consolidación de un arte colombiano desprendido del referente localista, del estilo figurativo y de los paisajes costumbristas imperantes para la época.