El Proyecto Pentágono fue consolidado como plataforma de investigación curatorial alternativa para generar espacios culturales tanto de difusión como de promoción del campo artístico nacional. Operó bajo un modelo de menor costo, propuesto tras discusiones alrededor de la eficacia del Salón Nacional de Artistas (1998), instalándose como una solución al recorte en el presupuesto que el Ministerio de Cultura sufrió por la entrada de la administración Pastrana en la alcaldía de la capital colombiana.
La división propuesta por la Juraduría entendió el proyecto en tres niveles: un primer nivel, teórico, que fundamenta la propuesta curatorial; un segundo nivel, práctico, basado tanto en la búsqueda de obras como en la creación de una muestra de video; y un tercer nivel, público, que enfatiza trabajos experimentales, actualizados mediante el encuentro de las piezas con el público durante las exposiciones itinerantes. Por la naturaleza que involucraba el proyecto, esta situación probablemente creó un espacio de mayor lucidez en torno a lo que la curadora denomina “la fabulación de un pueblo venidero”.
El documento es pertinente, pues devela la instancia donde, por primera vez, las prácticas performáticas fueron oficializadas bajo el marco del Salón Nacional, en un proyecto expositivo específico para el área; son, además, las primeras curadurías que dan importancia radical a la voz de los artistas. En esta introducción Pabón delimita el objeto de estudio partiendo del abordaje del cuerpo como plano de exploración e interesándose, tan sólo, en propuestas planteadas con el cuerpo y desde el cuerpo. Esta consciencia alrededor de la obra performática —entendida como espacio de proceso y acción— le da la claridad necesaria para justificar “el lugar” desde donde el trabajo curatorial fue abordado; eso le permite tener consciencia como aprendiz de los artistas del cuerpo. Sin embargo, la sustentación curatorial (basada en filosofía) puede resultar delimitadora desde el mismo objeto performático. ¿Por qué? Porque instaura el cuerpo como materia expuesta a las posibilidades de la voluntad, impidiendo que la voluntad sea entendida como el posible acto irrepresentable al que la autora alude. Además, relega el performance a un espacio de reflexión sensorial anexado intrínsecamente a la vida, dejando de lado otros factores que juegan papeles importantes: tales como el acto y/o el contexto en que el performance se desarrolle.