Este artículo muestra cómo —para la generación de artistas colombianos de los años veinte— el viaje a España se convirtió en herramienta sine qua non de aprendizaje. En una Europa afectada por la guerra y teniendo a las vanguardias en plena vigencia, la península ibérica se mantuvo neutra. Instituciones como la Academia de San Fernando, de Madrid, ofrecieron a los estudiantes de la Escuela de Bellas Artes de Bogotá la posibilidad de viajar becados para profundizar sus estudios. A ello se debe que la influencia del arte español en el arte colombiano de esta década sea capital, ya que las fuentes de enseñanza —los museos de arte de España, Alemania y los Países Bajos— fueron un refugio seguro para evitar el legado de las vanguardias. Los maestros Ignacio Zuloaga, Joaquín Sorolla o Julio Romero de Torres legan a sus alumnos provenientes de Colombia una modernidad donde todavía predomina la técnica y el academicismo. Por ende, busca “lo nacional” a partir de tipos y costumbres locales: lo bucólico y el paisaje son, por otra parte, los referentes principales.
En este sentido, el énfasis que hace Roberto Pizano (1896–1930) sobre la riqueza artística de España no está fuera de lugar. El artista y crítico de arte colombiano hace mella en el sentido de aprovecharla, ya que él también viaja y realiza sus estudios en ese país. Es incuestionable que su relación con el arte español deja eco en su pintura, influyendo sus ideas sobre un “arte propio” basado en tradiciones vernáculas.
La historiografía sobre el arte de la época reconoce a los artistas de este período bajo el término de españolería. Además de Pizano, en esta lista se incluye a Ricardo Gómez Campuzano, Domingo Moreno Otero, Coriolano Leudo (1886–1957), Miguel Díaz Vargas (1886–1956), entre otros.
Este tema ha sido tratado de manera específica tanto por el historiador y crítico del arte Álvaro Medina (nac. 1942), quien escribe el capítulo “El Círculo de Bellas Artes y la españolería” en el libro Procesos del arte en Colombia (Bogotá: Colcultura, 1978), como la socióloga Ruth Acuña en su artículo “El viaje a España y la mirada del artista” en el catálogo Miguel Díaz Vargas: una modernidad invisible (Bogotá: Fundación Gilberto Alzate Avendaño, 2008), del cual se toman las principales referencias para este comentario.