Este artículo fue escrito en 1945, con motivo de la primera exposición individual que presenta en Bogotá el maestro español, nacionalizado colombiano, Alejandro Obregón Rosés (1920−92). En ese entonces, Obregón mostró en la Biblioteca Nacional varios lienzos, resultado de sus primeros años de trabajo, tales como Bodegón de la máscara y Cabeza. Es significativo que Ignacio Gómez Jaramillo (1910−70), uno de los abanderados de la generación indigenista de la década anterior, celebre la aparición de un nuevo lenguaje plástico en el medio artístico colombiano. Esto puede verse como una interacción entre dos generaciones que se encargaron de clausurar las tendencias académicas del arte del siglo XIX, instaurando así una nueva sensibilidad anclada en la modernidad. En este sentido, llama la atención el tono paternalista con el que el maestro aconseja al alumno que siga con paciencia los caminos elegidos y el tono vaticinador sobre la carrera futura de Obregón.
Por otro lado, es de resaltarse la intención polémica del artículo. Condena con vehemencia el predominio de una crítica prejuiciosa e impositiva, buscando el análisis de las obras por lo que estas dicen por sí mismas sin obedecer a ideas preconcebidas ni tampoco a sesgos ideológicos. Para lograr este cometido, el artista cita tanto al escritor español y crítico de arte Eugeni d’Ors (1881−1954) como al filósofo francés Henri Bergson. D’Ors fue cercano a la denominada generación del ’27 en la literatura de la península; siendo Bergson, a su vez, el inspirador de vanguardias como el futurismo italiano. Se puede afirmar, entonces, que los artistas reclaman en la época una crítica profesional e independiente, basada más en el lenguaje plástico (esteticista inclusive) que en el gusto personal o las convicciones políticas.