La revista semanal El Gráfico, una de las primeras publicaciones modernas en Colombia, se lanzó el 20 de julio de 1910 —con tal recepción que se elaboraron tres reimpresiones de su primer número— bajo dirección de los hermanos Abadía y de AbrahamCortés, tipógrafos pioneros en el diseño gráfico de avisos publicitarios. Por sus páginas desfilaron, durante 31 años —ya que desapareció en 1941— toda suerte de acontecimientos locales; entre ellos, “En el Salón de Pintura” (1919); texto sobre la exposición organizada por Ricardo Borrero Álvarez (1874-1931), paisajista formado a la luz de maestros españoles, cuya presencia desde 1918 como director de la Escuela Nacional de Bellas Artes, es evidencia clara del esteticismo reinante.
La lectura del Salón del ’19 —carente curiosamente de maestros como Coriolano Leudo Obando (1866-1957), el hasta entonces director de la Escuela de Pintura de Popayán— hace evidente la tradición artística hispánica que determina los lineamientos críticos de la pintura en Colombia a principios del siglo XX. En ella se revisa, con severo tono, la aplicación de la técnica al servicio de temas tales como: (I) el paisaje: representado por las melancólicas atmósferas de Jesús María Zamora (1871-1948) y los bucólicos escenarios de Borrero Álvarez, quien “traslada” de manera rigurosa la imagen de los lugares; (II) la historia: Ricardo Moros Urbina (1865-1942) exhibe una prolija versión del Pantano de Vargas que, de acuerdo con el autor, “no le dice nada [al sentimiento]”; (III) el retrato: peculiar resulta la atención que presta, quien escribe, a las piezas de María Antonia Cuervo —discípula de Leudo y de Ricardo Gómez Campuzano (1891-1981)— y Magola Montaña, ambas fugaces “representantes del bello sexo” en la Escuela de Artes, a quienes colmará de halagos. Finalmente, el pintor bogotano Fídolo Alfonso González Camargo (1883-1941), con su “visión interior” distante de españolerías, se hace merecedor de una crítica mordaz. Sin embargo, en aquel evento se le otorga el “diploma de segunda clase” por La lectora (1919), a solo dos años de su deserción del ámbito artístico, debido a problemas de salud.
Cabe destacar la reseña que se hace a la novísima sección de arquitectura, con la presencia de dibujos de Pablo de la Cruz (1894-1954), proyectista responsable del Instituto Pedagógico Nacional para Señoritas (1927) y de la célebre obra Villa Adelaida (1914-1917), pieza republicana diseñada de acuerdo a los lineamientos pedagógicos de la “Escuela Nueva”; esto es, educación fuera de las aulas y en estrecha relación con el entorno.