La posición que presenta Javier Arango Ferrer (1905?85), médico cirujano, oftalmólogo, profesor, historiador y crítico en este artículo frente a la realización de los Salones de Artistas es interesante. Revela una posición favorable a los salones disidentes de la oficialidad como el Salón de Los Otros. A su juicio, este tipo de eventos son fuente de “renovados estímulos”, aquellos “en donde posiblemente se impongan a la opinión (…) ciertas formas difíciles o revolucionarias del arte”. El Salón de Los Otros fue realizado en 1952; en este se incluían obras de jóvenes y de artistas que ya eran reconocidos en la esfera pública: Guillermo Wiedemann (1905?69), Luis Alberto Acuña (1904?93) y las jóvenes artistas Beatriz Daza (1927?68) y la boliviana Sofía Urrutia (1912?2002), entre otros. Este salón alterno evidenció los nuevos lenguajes plásticos desarrollándose en el país y distantes de aquellos que el Salón Nacional proponía como adecuados para la estética nacional. Debe tenerse en cuenta que el evento se encontraba en manos del gobierno de Laureano Gómez, caudillo ultra conservador, de corte franquista. Por ello, el mismo Arango Ferrer anota que este Salón de Los Otros tendría una mayor repercusión en el arte nacional que el propio Salón Nacional de Artistas y que, a partir de allí, se originarían las nuevas tendencias estéticas.
Arango Ferrer analiza algunos de los participantes del IX Salón de Artistas Colombianos que, de una u otra forma, se destacaron en dicho certamen. Tal es el caso de la pintura, en especial el género del retrato; y hace hincapié en la obra de Sinisterra (1907?95), como el punto más relevante para evaluar a los demás participantes en el género retratístico. En su opinión, la agilidad pictórica de la artista afirma un “temperamento agudo” que se expresa por medio del color y de ahí su comparación no sólo con la Escuela de París o con Tiziano, sino también con artistas contemporáneas, ya sea la boliviana Sofía Urrutia o bien la colombiana Lucy Tejada (1) (1920?2011), quienes, según él, llevaban la batuta de la pintura contemporánea del país durante los años cincuenta. Blanca Sinisterra de Carreño, sobrina del presidente Laureano Gómez, contaba con reconocimiento en el medio cultural colombiano, y se la comparaba de manera favorable con aquellas nuevas pintoras que transformaban los lenguajes plásticos y que rompían con lo que ella realizaba de manera radical.
Desde su perspectiva, la tensión entre Academia y Vanguardia ha sido y será el eterno debate de las generaciones, “la contraposición inminente entre el orden y la aventura”. Y es precisamente en este debate que se origina la realización del Salón de Los Otros. Sin lugar a dudas, el IX Salón de Artistas Colombianos no mostró nuevas tendencias estéticas que impulsaran aún más el desarrollo de la plástica nacional o que marcaran un punto de quiebre en el arte. Sin embargo, hubo obras de gran interés que de alguna u otra forma mostraban el contexto socio-cultural que se estaba presentando en Colombia en la década de los cincuenta y, en parte, es esto lo que evidencia Arango Ferrer en su artículo. Este texto puede ser complementado con el catálogo 50 años. Salón Nacional de Artistas de Camilo Calderón Schrader (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1990), p. 67 y con “IX Salón de Artistas” de Casimiro Eiger, en Crónicas del Arte Colombiano (Bogotá: Editorial Banco de La República, 1995).