En este documento, se hace referencia por primera vez a la obra de Pablo Solano (1928?2013) en el Museo de Arte Moderno de Bogotá – MAM y el contexto de la plástica colombiana. En el catálogo de Óleos y Dibujos (1965), la crítica de arte argentina y radicada en Colombia Marta Traba (1923–83) traza la biografía de este artista, reconociendo su vasta actividad expositiva en escenarios europeos como París, Múnich, Berlín, Colonia, Copenhague y Bruselas, atribuyendo su estilo a la experiencia adquirida fuera de Colombia. Según este documento, la pintura de Solano encuentra sus raíces en las obras de Paul Klee y Wols (Alfred Otto Wolfgang Schulze).
A pesar de la fuerte labor crítica de Traba como directora, el MAM —en su primera fase (1962?1965)— se ha propuesto actuar como una entidad que media entre los lenguajes plásticos y el espectador colombiano, concibiendo el arte moderno como conjunto fragmentario y heterogéneo donde Pablo Solano, indudablemente, se hace merecedor de un lugar.
En contraste con lo que sucede en la escena local, Traba define la obra de Solano como aquella que se genera a partir de la búsqueda de expresión personal y se resiste, de manera pasiva, a la “física ferocidad formal de la época”. En 1965, la generación de artistas que participaron en el Salón Intercol (1964), caracterizada por su crítica como la de “segundos modernos”, ha empezado a adquirir el reconocimiento por su empleo de la deformación, el informalismo, la estridencia cromática y la chatarra. En el meollo de ella se abren espacios. Frente a este panorama, la obra de Solano se convierte en una rareza, según se lee en el catálogo de Óleos y Dibujos (1965), pues “(…) es una forma de escritura automática, pero de escritura sensible y no racional: su presencia en Colombia es perfectamente insólita”.