Para Juan Acha (Lima-Perú, 1916 - México D.F.-México, 1995) el abstraccionismo representa la etapa culminante del “impulso subjetivador” de las vanguardias, mientras que la estética naturalista en la que se enmarca la pintura figurativa carece totalmente de vigencia en una época en la que la conciencia plástica ya no se corresponde con los viejos valores de la representación y con el papel informativo del arte. Para Acha el sentido histórico de la obra de arte determina su valor de universalidad. Según el autor, la supresión de la figura responde a una necesidad histórica múltiple, pues da continuidad a las búsquedas de las vanguardias precedentes y a la tendencia de especialización -entonces en creciente auge-, y reacciona frente a la sobre-explotación cientificista de la naturaleza y al advenimiento de la fotografía y sus derivados. El abstraccionismo vendría a reivindicar “los a priori afectivos … como una posibilidad cognoscitiva de mundos inefables, inasibles y suprasensibles … un tomar conciencia de mundos estéticos”, con lo que estaba en consonancia con una sensibilidad generalizada en la Europa de la posguerra, cuando personajes como Einstein y Freud, por ejemplo, empezaban a tejer los cabos de la historia y a preguntarse sobre los vínculos entre la ciencia y la guerra.
Este artículo aparece en la revista Eco (1960-84) a principios de 1961, su segundo año de publicación. Para entonces, Eco brillaba en el escenario de las discusiones intelectuales en Colombia por ser un anti-mito nacional, pues contrastaba con la generalidad de una crítica para la que el nacionalismo ocupaba un lugar central dentro de las preocupaciones sociales, políticas y artísticas. El epíteto de Eco era: “revista de la cultura de occidente”, y por lo menos en sus primeros quince años mantuvo un marcado énfasis europeísta centrado en Alemania. Con artículos como el de Acha (quien, de paso, no era colombiano), esa actitud influiría positivamente en la crítica nacional, que insistía en los valores decimonónicos criollistas frente a las propuestas diferentes. En el marco de una explícita intención propagandística de la cultura europea, Eco publica a Acha; pero, al margen de ese propósito, que este crítico dijera, por ejemplo, que el abstraccionismo “complementa, enriquece y amplía los horizontes de la pintura” tendría de seguro una resonancia en el círculo de recepción al que remitía: una Bogotá intelectual y artística cuyas galerías y salones de arte se llenaban de piezas con tendencia abstracta en boga en el país desde la década pasada.