La entrevista realizada por M. I. de la Vega a la artista ganadora del primer premio del IX Salón Nacional de Artistas Colombianos en el año de 1952 nos acerca a la persona de Blanca Sinisterra de Carreño (1907?95), mostrando así su posición frente a la necesidad de que las academias y las escuelas no fueran sólo de carácter formal, como era el caso de la Escuela de Bellas Artes de Bogotá. A su juicio, no se trataba sólo del impulso a los nuevos artistas; había que considerar, además, aquellas escuelas de libre acceso (al estilo de la Academia Julian de París) donde los estudiantes pagaban varias clases, pero las tomaban de acuerdo a sus necesidades e intereses.
Cuando le preguntan a “¿qué escuela pertenece?”, Sinisterra responde, sin titubear, que al impresionismo. Aunque para ese momento la tendencia impresionista ya había sido remplazada por nuevos lenguajes plásticos —no sólo en el mundo sino también en nuestro incipiente arte local— la pintora insiste en que todo el mundo es “impresionista” y que el impresionismo —a diferencia de otros leguajes como el cubismo— ha perdurado a lo largo del siglo XX. En su opinión, algunos de los artistas, pese a no haberse dado cuenta de ello, en sus obras presentan elementos de dicho estilo, asegurando, a su vez, que “el clasicismo no es sino una copia”. Con esto, Sinisterra muestra un perfil distante tanto del academicismo como de la idea de la copia exacta del natural, para mostrase como una artista mucho más cercana a los estilos del momento. Tal vez por ello críticos como el polaco Casimiro Eiger (1909?87) o el austríaco Walter Engel (1908–2005), ambos radicados en Colombia, la sitúan como una de las pintoras contemporáneas del momento, junto a artistas como la boliviana Sofía Urrutia (1927–2002) y la colombiana Lucy Tejada (3) (1920?2011), entre muchas otras.