La aguda defensa que plantea el pintor colombiano Eladio Vélez (1897–1969) del arte de “derecha” —aceptando un calificativo que se le había dado, frente a un arte “de izquierda” y “revolucionario”— ilustra bien las fricciones propias del choque entre tradición y modernidad en el campo artístico de la región de Antioquia. La primera, representada por imágenes clásicas acordes con los cánones académicos y bajo los códigos del decoro social; la segunda, definida por su abierto expresionismo, voluntad de alteración y cambio de lo establecido.
Vélez vapuleó a los defensores, practicantes, jurados y comentaristas favorables a las nuevas tendencias, buscando anotarse un tanto en la polémica entre los llamados “eladistas” y los “pedronelistas” —según la denominación que circulaba de los seguidores del propio Vélez y de Pedro Nel Gómez (1899–1984), respectivamente— al exaltar el fallo del jurado que favoreció al pintor colombiano Ignacio Gómez Jaramillo (1910–70). Este, en realidad, no era “eladista”, sino que estaba a medio camino entre ambas tendencias sin atreverse a tomar partido por ninguna, aunque compartía con Vélez la animadversión contra Débora Arango Pérez (1907–2005) y competía abiertamente con Pedro Nel Gómez, en principio, por destacarse como muralista mediante el recurso de una iconografía menos “feísta” aunque ajustada a los valores de cuño nacionalista.