El poeta Gonzalo Arango Arias entrevistó en 1955 a Fernando Botero (n. 1932) cuando recién había regresado a Colombia tras una temporada de dos años en Europa y preparaba una exposición con obras que allí realizó. El entrevistador no dudó en pronosticar el éxito que tendrá Botero en la exposición.
Pero, a decir verdad, la muestra fue un gran fracaso de ventas y de crítica. Quienes habían saludado años atrás al joven talento en formación, encontrarían decepcionante el cambio de rumbo que registraron sus composiciones influenciadas por el cubismo. Poco tiempo después, Botero viajó a México, buscando contraponer al renacimiento italiano que lo había absorbido, las raíces americanas y el muralismo. Pero en realidad, descubrió el rico colorido de las artesanías mexicanas y la obra de Rufino Tamayo (1899−1991), ingredientes valiosos que sumó al proceso de hibridación de múltiples fuentes —Diego Rivera incluso— que había iniciado de tiempo atrás con su pintura.
Arango Arias fue el fundador del movimiento conocido como “Nadaísmo”, cuyo primer manifiesto (1958) fue publicado en 1958 en Medellín. El Nadaísmo se caracterizó por una posición de ruptura con la tradición literaria colombiana y por las actitudes contraculturales irreverentes de sus miembros frente a la religión, la academia y el poder.