A mediados de siglo no era fácil ver en la pintura colombiana un artista que, a pesar de partir de coordenadas específicamente locales (como la península norte de Colombia) fueran capaces de sustentar la obra a través de una técnica constructiva, o mejor, desde una conciencia del todo pictórica. Tal sería el interés que provoca hoy la obra de Lucy Tejada (n. 1920) donde se da una convivencia equilibrada entre aspectos formales y referencias narrativas.
El texto del crítico de arte polaco, radicado en Colombia, Casimiro Eiger (1909−87), hace parte del catálogo de la primera exposición de Lucy Tejada que tuvo lugar en la galería Leo Matiz (Bogotá) en junio de 1952. En esta exposición, la artista presentó obras que hacen evidente referencia al paisaje y los habitantes de la península de La Guajira. Allí se expusieron obras tales como: Casa Guayú, Cazadores, Pastores, Las casas solas, Salineros de Manaure, Majuyura melancólica y algunos retratos que, sin embargo, se distancian del tema guajiro o caribeño. A pesar de los temas locales trabajados por Tejada en estas obras, las palabras de Eiger ponen de manifiesto la defensa de la crítica modernista a la supremacía de los elementos plásticos vigoran en el lenguaje pictórico propuesto. Eso significaría el gran aporte de este crítico —junto a otros como Walter Engel o Marta Traba a la interpretación de la actividad artística no tradicional, a inicio de los años cincuenta.
Consúltese sobre la exposición de la artista en la galería Leo Matiz otro texto: Clemente Airó, “La pintura de Lucy Tejada, el triunfo de una voluntad creadora,” Revista Espiral (Bogotá), número 41 (julio, 1952): 10.