En 1947 el crítico y poeta Jorge Gaitán Durán (1924–1962) era uno de los más promisorios poetas e intelectuales de Colombia. Había estudiado Derecho en la Universidad Javeriana de Bogotá y escribía con frecuencia sobre exposiciones de arte y sobre problemas estéticos. A principios de ese año organizó, junto con el crítico Luis Vidales Jaramillo (1900–90) el Salón de Artistas Jóvenes, donde se dio a conocer la obra de muchos de los maestros colombianos del arte moderno: entre ellos, prioritariamente, Edgar Negret (n. 1920) y Eduardo Ramírez Villamizar (1923-2004).
En este artículo, Gaitán Durán escribe sobre Negret, quien entonces tenía 28 años y se preparaba para un viaje a Europa (Francia y España), además de los Estados Unidos. La crítica en Colombia había conocido su obra apenas dos años antes y se empezaba a perfilar como uno de los artistas más promisorios en cuanto a las tendencias modernas se refería. Durante los últimos años, Negret había conocido al escultor español Jorge de Oteiza (1908-2003) en la Universidad del Cauca, cuando éste impartía clases de cerámica. Fue Oteiza quien definitivamente introdujo a Negret en la reflexión moderna sobre el espacio; lo cual caracterizó toda su producción posterior hasta destacarse durante toda la segunda mitad del siglo XX como uno de los más reconocidos escultores de Latinoamérica. Hablar sobre Negret, a finales de la década de los cuarenta, sin duda significaba para un crítico un compromiso abierto con una posición antiacadémica y renovadora.
La Revista de las Indias (editada por el Ministerio de Educación) publicó este artículo en una sección titulada "Plásticas", donde figuraban comentarios sobre pintura, escultura, teatro y música. Cabe resaltar el hecho de que una revista oficial apoyara las tendencias modernas del arte, abriendo sus páginas a un crítico de tan sólo 23 años para escribir sobre arte abstracto. Esto corrobora que, en los años cuarenta, el arte colombiano empezó a explorar los lenguajes del arte moderno.