En este artículo, el poeta y crítico Jorge Gaitán Durán analiza la evolución pictórica de la obra del escultor Eduardo Ramírez Villamizar. El autor se encarga de reconstruir la trayectoria del artista haciendo énfasis en rasgos técnicos: en primer lugar, elogia la línea nítida en el dibujo temprano de Ramírez, aunque critique su concepción de la luz y del color, así como el lastre excesivo de academicismo. A seguir, identifica una etapa de liberación y búsqueda interior que consolida la expresión personal del artista, evidente en obras como Entierro de sombras. En este sentido, el crítico destaca la participación de Ramírez en el Salón de artistas jóvenes de ese año, aunque encuentre en las obras allí exhibidas la ausencia de un contacto vital con lo humano. Para el crítico, sólo hasta fines de 1947 —cuando se publica este artículo— empieza a vislumbrarse en la obra del pintor la humanidad de la que antes carecía. Cierra el texto con encomios y augurios alentadores tanto sobre la incipiente carrera de Ramírez Villamizar como sobre su lugar en el arte colombiano de la época.

En este artículo, el poeta y crítico colombiano Jorge Gaitán Durán (1924–1962) escribe sobre Eduardo Ramírez Villamizar (1922-2004) un promisor artista de 24 años que entonces exploraba las posibilidades de la pintura moderna. Ambos eran originarios del departamento de Norte de Santander y buscaban hacerse de un nombre en el medio artístico bogotano. 

Este texto testimonia el surgimiento de nuevos lenguajes artísticos en el ámbito colombiano de los cuarenta, no sólo en relación con la pintura y la escultura, sino también con la crítica de arte. La Revista de las Indias (editada por el Ministerio de Educación) publicó este artículo en una sección titulada "Plásticas", donde figuraban comentarios sobre pintura, escultura, teatro y música. Cabe resaltar el hecho de que una revista oficial apoyara tendencias modernas del arte y abriera sus páginas a un crítico de tan sólo 23 años para escribir sobre los nuevos artistas. Esto corrobora que, en esa época, el arte colombiano tiene un acceso inicial hacia el conocimiento de los lenguajes del arte moderno. 

Para finales de la década de cuarenta, Ramírez Villamizar empezaba su formación en el lenguaje abstracto, lo cual sería una influencia para toda su obra posterior. Es de notarse la manera como los procesos críticos fueron de la mano con la renovación plástica: a la par que el poeta afirmaba su autoridad crítica, el artista encontró su expresión en lo tridimensional y lo geométrico, campos en los que obtuvo un notable destaque durante toda la mitad del siglo XX.

En 1947, Jorge Gaitán Durán, un joven perteneciente a la alta sociedad, era uno de los más promisorios poetas e intelectuales de Colombia. Había estudiado Derecho en la Universidad Javeriana de Bogotá y escribía con frecuencia sobre exposiciones de arte y sobre problemas estéticos. A principios de ese año organizó, junto con el crítico Luis Vidales Jaramillo (1900–1990) el Salón de Artistas Jóvenes, donde se dio a conocer la obra de muchos de los maestros colombianos del arte moderno; entre ellos, prioritariamente, Edgar Negret (n. 1920) y Ramírez Villamizar.