Max Grillo (1868−1949), abogado, poeta, diplomático, senador, fundó en 1892 la Revista Gris cuyo objetivo era impulsar las innovaciones de los modernistas en el ámbito colombiano. En paralelo a estas actividades, Grillo desarrolló una significativa labor como crítico de arte.
Su postura en este artículo reflejaba una tendencia dominante a fines del siglo XIX y comienzos del XX cuando se empieza a introducir cuestionamientos a los modelos académicos. Grillo hace una descripción del rol de la estética en el campo pictórico, aseverando que —a diferencia de la práctica en el campo literario donde el libro es un vehículo directo—, en el de las artes plásticas la experiencia se logra viajando al lugar donde las obras se encuentran. A su juicio, esta relación es la que permite tener la solidez necesaria para la realización de buen arte.
En el análisis del campo estético, hay un segundo aspecto clave: la sensibilidad para acercarse a las manifestaciones del espíritu. Grillo valora la capacidad que debe tener la obra para sugerir varias lecturas y no dejarle al espectador un sólo camino de aproximación. Queda implícito en este comentario la crítica a las obras que pretendían ser copias fieles de la realidad; aquellas donde lo único aparente era el saber técnico, mas no el carácter interpretativo ni subjetivo del artista. Se valora a aquellos artistas que han sido capaces de trabajar otro criterio de luz y color, lo que supone una valoración de los impresionistas, considerándose referencia antiacadémica.
Dado que Grillo considera haber pocos los artistas colombianos con la facultad de acercarse a las prácticas de la estética moderna. Siendo Ricardo Acevedo Bernal (1867–1930) uno de ellos, su meta debería ser aumentar el potencial de su talento natural, expandiendo su horizonte formativo mediante el conocimiento directo del buen arte de los maestros europeos. Acevedo, casualmente, murió en Italia.