Esta caricatura da cuenta de la animada vida intelectual de Bogotá en los años veinte; poetas, caricaturistas, críticos, literatos y artistas confluían en varias tertulias donde se discutían las innovaciones estéticas de la época así como se planeaba el papel de las artes y las letras en el futuro inmediato del país. Ricardo Rendón fue una de las más importantes figuras en la asunción de nuevas formas de expresión; sus caricaturas se convirtieron en un testimonio de primera mano para analizar la irrupción de la modernidad en el arte colombiano. Para la fecha en la que se elaboró este dibujo, tanto Vidales como Rendón pertenecían al grupo Los Nuevos; colectividad ecléctica que propugnaba por la aceptación de las ideas de vanguardia en las letras y en las artes. Con el paso del tiempo, Vidales se convertiría en uno de los más autorizados críticos de arte y apoyaría en sus escritos la obra de varios artistas que forjaron la modernidad en Colombia: Edgar Negret (n. 1920), Alejandro Obregón (1920-1992) o Fernando Botero (n. 1932).
Se cuenta que esta caricatura provocó una airada reacción de Vidales y una burla general de los intelectuales de la época; los cuales celebraron la ocurrencia de Rendón al comparar al poeta con un sapo debido a su complexión ligera y a su baja estatura. Cuando el dibujante entró a un café y vio a Vidales sentado, se justificó diciendo en rima: “Poeta, no se me ponga a tiro de escopeta”. El otro, cogiendo su bastón, lo engarzó por el cuello y lo atrajo hacia sí diciendo: “Rendón, no se me ponga a tiro de bastón”. Luego le recordó lo que sería su defensa hasta el día de su muerte: Walt Whitman (1819–1992), uno de los poetas más admirados por el grupo, había proclamado que el sapo era la criatura más perfecta de Dios.