El 20 de julio de 1892 se inauguró en Medellín la primera exposición de pintura que conoció la incipiente ciudad colombiana. Fue organizada por el crítico y artista Samuel Velásquez (1865–1942) y por Emiliano Mejía (1864–1937) pintor y fotógrafo formado en París. Tuvo lugar en la casa-quinta de don Juan Uribe, ocupada en ese entonces por dos inquilinos extranjeros, el belga Louis Valcke y el alemán Hans Jaedicke, quienes la cedieron a los organizadores para albergar más de 150 cuadros. En ella participaron, entre otros nombres que la historia no recuerda, Francisco Antonio Cano (1865–1935), Mariano Montoya, Jorge Ángel, la señorita Inés Jaramillo Vieira y Samuel Velásquez.
Cano se estableció en Medellín hacia 1885 debido a que la guerra le impidió llegar a Bogotá a estudiar grabado. Emprendió distintas tareas, entre ellas la enseñanza a un puñado de alumnos y la elaboración de lápidas. La misiva que escribió sobre la exposición tiene un importante valor documental, ya que, al tiempo que expresa el lugar que entonces ocupaban las artes en la ciudad, traza un diagnóstico sobre las causas de aquello que calificó de “precario desarrollo” artístico. Para su sorpresa, los premios en pintura, grabado y escultura que se otorgaron en la exposición de 1892 los recibiría el propio Cano.